| -Ampliado y actualizado el 08 de abril de 2008- YA CASI OLVIDADA POR LA HISTORIOGRÁFICA DE AMBOS PAÍSES, LA DISPUTA DEL RÍO MAURI, EN 1922, MARCÓ EL INICIO DE UNA ESTRATEGIA BOLIVIANA QUE SE VALE DEL REITERADO LEVANTAMIENTO ARTIFICIAL DE EXAGERADAS POLÉMICAS EN TORNO A LOS CAUSES HÍDRICOS COMPARTIDOS CON CHILE, PARA INTENTAR OBSTACULIZAR EL RIEGO DE LOS AMPLIOS SECTORES AGRÍCOLAS QUE EL ESFUERZO Y LA INICIATIVA HAN LOGRADO GERMINAR AL NORTE CHILENO, DONDE LA ESCASEZ DE AGUA DULCE HA SIDO SUPLIDA, PRECISAMENTE, CON EL APROVECHAMIENTO DE LOS RÍOS Y ARROYOS DEL DESIERTO. ESTA ESTRATEGIA TIENE, COMO ÚNICO OBJETIVO, SERVIR DE MONTURA A BOLIVIA PARA SENTAR ALLÍ SU VIEJA Y GASTADA PRETENSIÓN MARÍTIMA SOBRE TERRITORIO CHILENO. AQUÍ EXPONEMOS, SIN EMBARGO, CÓMO TAL ESTRATEGIA BOLIVIANA SE BASA EN UN ERROR DE EFICIENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN POLÍTICA CHILENA, QUE HA HECHO CREER EN LA FALTA DE AGUAS PARA REGADÍO EN EL NORTE DEL PAÍS. EL PERÚ TAMBIÉN HA ACTUADO MUCHAS VECES PROTEGIENDO SUS PROPIOS INTERESES HÍDRICOS EN LAS DISPUTAS LEVANTADAS POR BOLIVIA EN TORNO A CASOS COMO EL DEL MAURI. ******************************************* Naturaleza de la estrategia boliviana de presionar a Chile en ríos compartidos
Los ríos compartidos en la frontera Norte son una de las pocas cosas que Chile y Bolivia mantienen en común, tras años de escaramuzas, polémicas y hasta dos sangrientas guerras a cuestas en sus relaciones exteriores. La geografía se ha encargado de obligar a compartir en esta vecindad, los escasos cursos de aguas que logran cruzar las cordilleras altiplánicas del desierto desde uno u otro lado, generalmente nacidos en los contornos de grandes salares o bien entre oasis de accesos que resultan extremadamente difíciles, incluso en nuestros días. En el caso de Chile, la política de aprovechamiento de las aguas de estas fuentes fluviales ha estado presente desde los inicios de la conquista del desierto, especialmente para usos agrícolas, producto del empuje y la capacidad de vencer la naturaleza que, por períodos, han caracterizado a la sociedad chilena. Por el contrario, del otro lado de la cordillera andina, escasamente se han visto muestras de emprendimiento y conquista de suelos agrestes, prefiriendo la sociedad boliviana el autorrelegamiento en territorios del Altiplano que, con frecuencia, han significado pérdidas de territorios valiosos, como tierras ganaderas del noreste y los bosques caucheros. Pareciera ser, de hecho, que los políticos bolivianos han demostrado más interés y esfuerzos históricos por perturbar las obras de captaciones o aprovechamientos hídricos por parte de la actividad agropecuaria chilena, en vez de imitar similares proyectos que serían de inmenso valor para el desarrollo de las comunidades aymaras que viven de cultivos casi raquíticos de quinoa o papa en algunas zonas de agresivo clima altiplánico. Es así como Chile ha logrado hacer, a fuerza de empuje e iniciativa, verdaderas maravillas en los valles desérticos de Azapa, Lluta, Camarones o Pica, y el total de 13.425 hectáreas cultivables de Tarapacá, a pesar de que éstas cuentan sólo con los 45.000 millones de metros cuadrados disponibles en todo el Altiplano de Arica. Por el contrario, el Altiplano de Bolivia dispone de la majestuosa cantidad de 950.000 millones de metros cuadrados sólo en el Titicaca, sin contar los millones y millones de medidas adicionales que les provee el Acuífero Aymará del Collao y el sistema hídrico de Oruro que los ancestros incaicos aprovecharan con una ingeniería y una creatividad envidiables. A pesar de eso, el país altiplánico ha experimentado graves retrasos en su economía agrícola y continúa siendo una de las naciones con cierta periodicidad deben recibir ayuda internacional para suplir las crisis de alimento. Por irónico que suene, buena parte de sus abastecimientos agrícolas se realizan con productos chilenos de los antes citados valles de Tarapacá, regados casi por una gotera en comparación con el recurso de aguas del que dispone Bolivia. En estas circunstancias, el aprovechamiento del desarrollo humano y agrícola chileno en los desiertos de estos cursos de aguas dulces, han representado para Bolivia un potencial de permanente e histórico hostigamiento, al que difícilmente se hubiese resistido en su interés por estar machacando constantemente el tema de su "mediterraneidad", para conseguir de Chile una cesión de territorio que pueda satisfacer sus más oscuras aspiraciones territoriales. Cabe recordar que los proyectos de aprovechamiento de cursos hídricos del Altiplano comienzan hacia mediados del siglo XIX, cuando los peruanos se realizaban importantes trabajos de investigación para irrigar con aguas dulces los valles de Tacna y Arica, para entonces en la provincia de Moquehua. Estas iniciativas fueron sugeridas en Chile por personajes como Ricardo Salas Edwards, Emilio Rodríguez Mendoza y Luis Arteaga, a principios del siglo XX, de modo que han constituido por siglos, parte de la actividad tradicional y necesaria de la vida económica y la prosperidad de los territorios de esta parte de la región continental, donde la agricultura lucha con la inclemencia del clima desértico y altiplánico.
La idea de la irrigación de Tacna y de Arica fue tomada hacia 1920, cuando se formó una sociedad chilena para iniciar trabajos de aprovechamiento de las aguas del río del Uchusuma y del río Mauri, llamado también Maure o Maurí, afluente del Desaguadero, casi en la frontera de la actual región de Tarapacá, en la zona de Laguna Blanca, y en los tiempos en que Chile estaba aún en posesión de esa zona tacneña, hasta la firma del Tratado de 1929. Otro proyecto similar de captaciones se tenía contemplado sobre el río Caquena, un poco más al sur. El año de 1922, se produciría el primer intento paceño por sabotear el uso de aguas dulces compartidas del que se tenga registro en la historia diplomática de estos países, cuando Bolivia, a la sazón gobernada por Bautista Saavedra, presentó una queja formal contra Chile por haberse otorgado a una empresa privada de regadíos los derechos del Mauri, que serían utilizados para una industria azucarera establecida en Tacna. Según su reclamo, la captación de aguas serían perjudiciales para el caudal que entraba a territorio boliviano y afectarían en forma notoria todas las actividades que del otro lado del límite, crecían y se mantenían gracias a las aguas de esta cuenca. Aunque la denuncia intentaba aventurarse en detalles sobre las consecuencias concretas que arrastraría, supuestamente, este proyecto de captación, lo cierto es que en ninguna parte el Gobierno de Bolivia osó comprometerse con pruebas concretas sobre los temores señalados de que el caudal se viese dramáticamente perjudicado. En una de sus conocidas obras, Guillermo Lagos Carmona explicaba esta situación de la siguiente manera:
Para entender el contexto de este reclamo, vale recordar que, sólo dos años antes, Bolivia había entrado a la Liga de las Naciones, organismo desde el cual comenzó de inmediato a alegar la revisión de los límites fijados por el Tratado de 1904, aprovechando la desventajosa posición diplomática en la que quedó Chile al ser identificado internacionalmente como país simpatizante de los germanos, durante la Primera Guerra Mundial que acababa de terminar. Por esta razón, entonces, además del perjuicio que significaría al desarrollo económico del Norte de Chile el bloqueo de esta clase de proyectos, se fabricaba un esquema comunicacional largamente mantenido por el país altiplánico y que le ha permitido presentar a Chile ante la comunidad internacional como un país expansionista violador del patrimonio ajeno; en este caso, los ríos internacionales. Claramente, La Paz tenía la intención de trasladar también este problema a la asamblea, desde donde pretendía sacar votos para la revisión de la frontera y la "recuperación" del litoral, pues se había embarcado precisamente en esos meses a la búsqueda de apoyo de la Casa Blanca, luego de que el Presidente Saavedra enviara nota directa al Presidente Harding, el 21 de enero, para que fuese incluida Bolivia en las negociaciones que por entonces Chile y Perú llevaban en Washington para resolver la situación de Tacna y Arica. Al respecto, es notable que mucha de la actitud mantenida por Bolivia con respecto a Chile con respecto a su reclamo portuario, haya sido forjada precisamente tras las varias veces en que el Palacio Quemado ha partido a golpear las puertas de Washington en busca de apoyo y forjando con ello la estructura esencial de sus pretensiones marítimas, al contrario de la imagen que sus gobernantes han intentado proyectar de sí mismos con respecto a su distancia hacia la intervención de los Estados Unidos en el resto del continente, en tiempos posteriores. Al no obtener respuestas inmediatas por sus denuncias contra las captaciones del Mauri, el Palacio Quemado volvió a insistir en mayo, y finalmente ante la propia Liga en septiembre. Sin embargo, nuevamente sería sin éxito.
Antes de que el asunto del Mauri pasara al foro internacional, Chile respondió a través del Embajador en La Paz, Emilio Rodríguez Mendoza, haciendo añicos el reclamo boliviano en una contundente nota donde quedaba demostrado que la proporción de aguas que serían captadas por la parte chilena resultaban ínfimas e irrelevantes como para afectar el curso del resto del río y el de la cuenca hídrica en general. La molestia comprobadamente infundada de La Paz, si bien amenazaba con subir como el suflé al calor de los ánimos revanchistas y de las pretensiones bolivianas de revisar su situación limítrofe con Chile, comenzó, sin embargo, a mermar paulatinamente y cayó en el olvido sin generar necesidad alguna de solución. En otras palabras, murió de hambre y abandono, pues es bien sabido de todas las pretensiones bolivianas siempre han requerido de una buena dosis de atención y de interés por parte de la comunidad internacional para que puedan prosperar y acercarse a los objetivos diplomáticos concretos que motivaron su producción. Además, la falta de solución a la controversia de Tacna y Arica entre Chile y Perú mantuvo en suspenso muchas de las actividades que se planificaban con las captaciones del Mauri, las que no prosperaron. Esto demuestra que La Paz sólo tenía la intención de aliñar con tal reclamo su fracasado intento de hacer que la Liga de las Naciones diera pie a la revisión de los acuerdos con Chile, resolviéndose entonces en la asamblea que Bolivia no tenía derecho a exigir revisión del Tratado de 1904. Río Mauri sería, no obstante, un valioso antecedente anunciando lo que iba a ocurrir años después, como parte de una cíclica y constante reiteración odiosa de La Paz, por provocar de la nada conflictos limítrofes sobre los cuales montar sus reclamos por salida al mar ante los foros internacionales. Echando a perder se aprende, y la siguiente embestida de Bolivia tendría enormes alcances que consiguieron con creces lo que la polémica del Mauri ni siquiera estuvo cerca de lograr. En 1939, por iniciativa del Presidente Pedro Aguirre Cerda (y a largos 25 años ya desde la firma del Tratado de 1904), el Gobierno de Chile inició estudios destinados a conseguir el riego de cerca de 2.000 hectáreas del Valle de Azapa, en Arica, con las aguas del sistema hídrico del río Lauca, en Parinacota. Las intenciones del gobierno fueron anunciadas por el propio mandatario chileno durante una visita a Arica del 1º de junio de 1939. Lamentablemente, las condiciones estaban dadas, esta vez, para que Bolivia pudiese iniciar lo que ha sido una de sus más petulantes y persistentes campañas diplomáticas de la historia de las relaciones con Chile. El solo anuncio de que Argentina tenía en proyecto presentar un Tratado de Derecho de Navegación Comercial Internacional, en esos días, abrió una amplia perspectiva a La Paz para preparar una feroz carga de reclamaciones y denuncias contra Chile, recordando el tema de su "mediterraneidad" y usando un molde perfeccionado de lo que fuera la cuestión del río Mauri. Así comenzó, entonces, la famosa controversia del río Lauca, que duraría -con interrupciones- por varias décadas, representando el caso más claro de la animosidad y de la intención altiplánica de valerse de la excusa de supuestas controversias sobre ríos compartidos para meter en ellas su reclamo marítimo. El mismo esquema de controversia por aguas compartidas volverá a ser repetido por Bolivia unos años después con respecto al caudal del río Silala, negándole a Chile los mismos derechos que, sin embargo, el Altiplano reclamaba propios en los casos del Mauri y del Lauca, en otra demostración de la adaptabilidad moral de la diplomacia boliviana. De este modo, la cuestión del río Mauri marcó el inicio de una estrategia de reclamación de Bolivia que se ha mantenido hasta nuestros días y que, como su propia aspiración litoral, tendrá mucho tiempo más de vida.
Hemos dicho que existe un criterio estratégico de parte de Bolivia para presionar diplomáticamente a Chile cada vez que este último país intenta desarrollar actividades de captaciones de aguas fronterizas o recursos hídricos compartidos, tendencia que fue inaugurada con el intento de levantar un escándalo en el río Mauri. Esto se hace evidente al ver repetida la fórmula, como hemos dicho, en los casos del Lauca, Caquena, Silala en incluso en intentos de levantar polémicas en sobre las napas subterráneas del sector del Chungará, como veremos. Sin embargo, también hay una parte muy alta de responsabilidad en la permanente imprevisión chilena y en la tendencia a concentrar hasta nuestros días el aprovechamiento principalmente en los recursos fluviales de los sistemas hídricos ya existentes y no en las inmensas capacidades del sistema pluvial cordillerano u otras posibilidades, como si no se hubiese sacado ninguna lección de este primer caso de disputa entre ambos países por las aguas de un río compartido. Dicho de otro modo, la falta de tino y de astucia por parte de Chile ha permitido a Bolivia el desarrollo constante de políticas de presión y hostigamiento valiéndose de aquellos ríos compartidos e incluso de las napas subterráneas de agua, como sucedió durante el año 2005, cuando se echó a correr el rumor infundado de que Chile habría estado realizando captaciones de este tipo en las profundidades de las ciénagas del Lauca (ocasión en la que un Diputado chileno se puso públicamente del lado del vecino país). Existe incluso el mito de que el Norte de Chile se encontraría desabastecido de aguas, mañosa leyenda que ha sido refregada constantemente por algunos entreguistas chilenos y supuestos ecologistas solidarios con las pretensiones marítimas de Bolivia y con la ilusa idea de intercambiarle costas por agua dulce a este último país. La verdad es, sin embargo, que el recurso de aguas del Norte de Chile está subexplotado y subvalorado, perdiéndose en su mayor parte a pesar de los vergeles en que se hayan convertido Azapa, Camarones, bajo Lluta y otros sectores que ya hemos mencionado. Las medidas de captación de aguas como las del Mauri o el Lauca se remontan a la época en que no existían ni los estudios ni los conocimientos para mejorar, por ejemplo, la captación pluvial directa o la de las vertientes andinas. Los actuales datos científicos permiten una mirada muy distinta sobre las posibilidades de aprovechamiento del recurso hídrico de la Región de Arica-Parinacota. El río San José, por ejemplo, desplaza 450 litros por segundo de agua, y el Lluta 350 litros. El geógrafo chileno Alejandro Pavez Wellmann ha hecho notar que la utilización total de estos recursos hídricos de Arica no superan los 50 millones de metros cúbicos anuales, constituyendo sólo un 15% del total de las aguas superficiales y apenas el 2% de los pluviales, es decir, de las aguas provenientes de lluvias y escurrimientos desde la alta cordillera. Otros autores ha propuesto la posibilidad de instalar, adicionalmente, plantas de desalinización que permitirían también una reserva permanente de agua potable y dulce para la región. Estos datos demuestran que lo que falta en el Norte de Chile no es agua, sino proyectos e iniciativas de aprovechamiento de los recursos, tanto de napas subterráneas como del inmenso potencial de las lluvias. Cabe señalar también que, según los Anuarios de Estudio de los Balances Hídricos de Chile y Bolivia, toda la lluvia del Altiplano y especialmente la que cae sobre Bolivia, proviene de la influencia de los sistemas Atlántico y Amazónico, totalmente independientes del Pacífico. Queda demostrado, entonces, que la falta de diversificación de las matrices proveedoras de agua es el origen no sólo del mito de la falta de agua en el Norte de Chile, sino también la llave para que Bolivia pueda asir sus pretensiones marítimas sobre los reiterados reclamos por el uso de recursos fluviales fronterizos, que comenzaron con la experiencia del río Mauri en 1922.
Sin embargo, existe otra indiscutible prueba de la orientación política de estas reclamaciones bolivianas y de su intención en dañar proyecciones de desarrollo chilenas, más que de proteger intereses propios, como procederemos a ver. A principios de los años noventas, el Gobierno del Perú negoció proyectos de canalización y desvíos del Mauri que superaban con creces las escuálidas proporciones de la captación planificada por Chile tantos años antes y que provocara la descrita gritadera en La Paz sobre el Mauri. El plan peruano quedó en manos de compañía Proyecto Especial Tacna (PET), que realizó obras de captación y desvíos en los ríos Mauri y Uchusuma. En menos de diez años, esta intervención había provocado un daño extraordinario sobre la cuenca del río Desaguadero y aguas abajo del Calacoto en pleno territorio boliviano, al punto de aumentar la salinización por la reducción del caudal que, además, disminuyó notoriamente al lago Poopó, a consecuencia de lo cual la actividad agrícola sostenida por indígenas muy pobres del entorno Sur del Titicaca ha terminado profundamente dañada. Lo que sorprende en este caso es la actitud complaciente y casi cómplice de las autoridades bolivianas que, a diferencia del escándalo a cuatro vientos que intentaron instalar contra Chile por la cuestión del Mauri, aquí toleraron con inaudita irresponsabilidad la grave intervención que el Perú ha dirigido precisamente contra el mismo río y la misma cuenca que el escándalo de 1922. También han actuado con silencio inexplicable muchos de los grupos ecologistas e indigenistas que con frecuencia agitan movimientos independentistas de comunidades indígenas en Sudamérica. Sólo algunos investigadores y representantes aymaras parecen haberse interesado en este tema. Otro aspecto que pone en evidencia el caso de la PET, es que el territorio que realmente está desabastecido de agua dulce para riego no es el Norte de Chile, como hemos comentado, sino más bien el Sur del Perú, tal cual fue reconocido el Día Mundial de Agua en un reportaje del diario peruano "El Comercio" (martes 22 de marzo de 2005). Según este trabajo, las reservas de agua del Perú llegarían sólo a 20 años más antes de entrar en crisis. La cifra aparece confirmada por la UNESCO y el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena), además de otros estudios sobre el impacto del cambio climático demostrando que entre 1982 y 2005, el área de glaciares de la cordillera peruana se había reducido en más del 25%. Las vertientes hidrográficas principales del Perú provienen de tres redes específicas: el sistema Pacífico, el sistema Amazónico-Atlántico y y la cuenca del lago Titicaca, a través de 106 ríos principales. Según los articulistas, si se juntara todo este complejo a las 12.200 lagunas, las decenas de glaciares y las aguas subterráneas disponibles para el Perú, sumarían todos unos 74.546 mt.3 anuales por cada habitante. Si bien esta proporción hace que la UNESCO coloque al Perú en el lugar 17º entre 180 países con mayor acceso al recurso del agua, la verdad es que el 98% de éstas corresponden a los ríos que corren por los territorios de la sierra y de la selva, mientras que apenas un 1,7% corresponde a las aguas que circulan por la costa y que están integradas al consumo en todas sus formas (alimentación, higiene, riego, industria, etc.). Un 1,7% que, sin embargo, sirve al 65% de la población peruana, que vive principalmente en las áridas zonas de la región litoral del país. Según el asesor de la Intendencia de Recursos Hídricos del Inrena, Jorge Benites, estas especificaciones harían que el Perú bajara al lugar 128º en la escala de la UNESCO. En lo que sí hay analogías con el caso chileno, es que existe también en Perú una gran cantidad de desaprovechamiento y derroche del recurso hídrico, a juzgar por los datos del Inrena publicados en el mismo artículo: el 54% de las aguas retorna al océano y el 46% usado en el consumo se distribuye en la agricultura (80%), población (18%) y minería (2%). Según estos datos, los agricultores peruanos derrochan aproximadamente un 20% del agua durante las faenas de riego, y en el uso doméstico el derroche llega a un 50%, ya sea por tuberías en mal estado o por procedimientos inadecuados. Esto explicaría, por ejemplo, que el Perú se haya puesto del lado de Bolivia cuando se levantaron las acusaciones contra Chile por las supuestas exploraciones de napas subterráneas en Arica, pues también sería un grande y forzoso interesado en los recursos hídricos de la región. De hecho, ese mismo año de 2005, el Gobierno de Alejandro Toledo había iniciado un proyecto de inversiones en Tacna para poder ampliar el volumen de agua disponible para consumo humano y regadío, en una de las aristas que conectan este caso de los recursos hídricos con las pretensiones peruanas de alterar el límite marítimo con Chile. Cabe advertir, no obstante, que las autoridades de Chile no se anotan muchos puntos de diferencia frente a la indolencia de Bolivia para con sus propios recursos explotados por Perú. La misma empresa PET opera en territorio fronterizo con Chile para extraer aguas de los pozos subterráneos de El Ayro, lo que está secando Laguna Blanca según las reiteradas renuncias formuladas por la Alcaldía de General Lagos y por las comunidades indígenas de Visviri, el poblado más septentrional de Chile. A pesar de ello, el indolente Gobierno Central chileno no se ha pronunciado al respecto y se ha hecho cómplice por omisión de este posible desastre. | ||