| LA FALTA DE DOCUMENTACIÓN DE PARTE DE ALGUNAS DE LAS AUTORIDADES Y HOMBRES PÚBLICOS DEL PERÚ Y DE SUS ÉMULOS ENTREGUISTAS CHILENOS, HA DERIVADO EN EL CONVENCIMIENTO DE LA LEYENDA SINIESTRA DE QUE SE ENCONTRARÍAN EN CHILE CIENTOS DE SUPUESTOS "TROFEOS DE GUERRA" TRAÍDOS LUEGO DE SENDOS SAQUEOS EN LA CIUDAD DE LIMA, Y QUE AHORA RECLAMA EL PERÚ PRESENTADO UNA LARGA LISTA QUE INCLUYE HASTA LOS OBJETOS ORNAMENTALES O ARTÍSTICOS DE SANTIAGO Y OTRAS CIUDADES QUE ESTABAN EN CHILE DESDE MUCHO ANTES DE LA GUERRA DEL PACÍFICO, EN OTRA EVIDENCIA DE LO BURDA E INFANTIL QUE RESULTA ESTA PRETENSIÓN. AUNQUE LA LISTA REAL SE REDUCE A ALGUNOS MONUMENTOS, PILETAS, LIBROS Y ESTATUAS QUE FUERON REQUISADAS POR EL EJÉRCITO CHILENO EN CALIDAD DE CUOTAS DE GUERRA, CONFORME LA LEGISLACIÓN MILITAR DE LA ÉPOCA LO PERMITÍA, EL LEGENDARIO PERUANO ANOTA UNA GRAN CANTIDAD DE "TROFEOS DE GUERRA" ENTRE ORNAMENTOS PÚBLICOS CUYO ORIGEN ESTÁ PERFECTAMENTE DOCUMENTO Y EN CASO ALGUNO CORRESPONDEN A PATRIMONIO PERUANO TRAÍDO A CHILE. A LA VEZ, LAS HISTORIAS DE SAQUEO Y ROBO QUE DECORAN ESTAS IMPUTACIONES SUELEN ESTAR ACOMPAÑAS DE FRASES ALTISONANTES Y TREMENDISTAS SOBRE LA PRESENCIA DE LOS CHILENOS EN LIMA QUE, SIN EMBARGO, CARECEN DE RESPALDO HISTÓRICO. ******************************************* Origen y naturaleza de los mitos de pillaje y saqueo en Perú Mitos sobre la biblioteca y los libros de Lima Mitos de destrucción frenética y de daño patrimonial Mitos de saqueos de ornamentación urbana Mitos de robos de obras de arte Mitos sobre presuntos "trofeos militares" Anexo: notas de prensa relativas a la leyenda de los "trofeos de guerra"
¿Cuál es el origen de las leyendas sobre el colérico "saqueo urbano" de Lima, por parte de los chilenos?. Quienes conocen la abundante documentación sobre la entrada de los chilenos a la capital del Perú saben de la destrucción y el pillaje que los propios peruanos derrotados en Chorrillos y Miraflores habían cometido a cuchillo y bala en los barrios limeños, además de la calma que logró ser restituida sólo con el ingreso de los invasores, precisamente. También saben de las amenazas que recibió la soldadesca desde la oficialidad, respecto de que cualquier acto de saqueo o abuso contra la población y las propiedades peruanas sería duramente castigado, como de hecho lo fue, significando incluso el fusilamiento de quienes intentaron violar esta norma. Por último, recordarán también que Chile ganó prácticamente la totalidad de los juicios de súbditos neutrales en su contra, quedando demostrado con ello la falsedad de las acusaciones sobre el saqueo desenfrenado y los cuentos de destrucción armagedónica dentro del país por parte de los invasores. En primer lugar, todos los antecedentes sobre la entrada de los chilenos a Lima en enero de 1881, demuestran que ésta fue bastante pacífica y tranquila. Se advierte tanto por los partes, los corresponsales, los diarios de soldados que han sido publicados, y las opiniones de los representantes de países neutrales, algunas remitidas a sus Gobiernos. Las tropas entraron ordenadamente y marchando, pues la ciudad estaba prácticamente desocupada y libre de cualquier foco de resistencia realmente importante. El mismo alcalde limeño, Rufino Torrico, solicitó por su propia voluntad a don Patricio Lynch que él y sus tropas tomaran la ciudad para terminar con los saqueos y las masacres que los propios peruanos estaban cometiendo contra su gente, al ser evidente la caída de la urbe en manos enemigas. El mando chileno ordenó, de hecho, no tocar la canción nacional de Chile mientras entraran a la ciudad, para no herir la susceptibilidad de los habitantes de la capital ni hacerles temer que se encontraban en una situación de conquista, dura restricción que los músicos de la banda militar lograron vulnerar tocando improvisadamente y de manera disimulada los compases del himno patrio entre las notas de las marchas de guerra. En parte, han sido los propios chilenos los que con frecuencia y muy mal informados, han contribuido a formar estas leyendas, al respaldarlas o legitimarlas. Los ejemplos abundan. En un editorial de "El Mercurio", por ejemplo, el escritor Gustavo Frías ironizó con el supuesto hecho de que los chilenos quemaron y destruyeron la Biblioteca de Lima (el cargo que se imputa, en realidad, es haber sacado los libros, no incendiarla). Su colega, Pablo Hunneeus, ha escrito y declarado varias veces que el "Huáscar" es un "trofeo de guerra" inútil para Chile. Un periodista del diario "The Clinic", a fines del año 2000, escribió muy convencido de lo que oía en Perú, que el inmenso órgano de una famosa iglesia colonial fue destruido a martillazos por un soldado chileno después de la entrada a Tacna, cuando esa pieza, en realidad, fue dañada durante una de las tantas rebeliones populares ocurridas en ese país y varios años después de la Guerra del Pacífico. Otro académico de izquierda publicó un artículo comparando la entrada de los chilenos a Lima como la toma de París por las "hordas nazis", ignorante de que en ninguno de los dos hechos históricos hubo una ocupación por la fuerza, sino absolutamente pacífica y sin choques de resistencia. Con este artículo no pretendemos negar que se hayan traído desde Lima o el Callao algunos ornamentos y monumentos públicos, ciertamente, pero queremos demostrar que en ningún caso esto fue en forma colérica y saqueadora, como describe el mito peruano sobre la piratería de los chilenos durante la Guerra del Pacífico, sino en forma ordenada y legítima de acuerdo a la ley de guerra de la época, que permitía realizar confiscaciones en calidad de cupos o reparaciones que el vencedor le impone al vencido. Aún así, la nómina presentada por el Perú sobre sus supuestos tesoros y monumentos traídos a Chile, resulta francamente tremendista y, con este artículo, demostraremos la presencia de una exageración flagrante en esta clase de afirmaciones. Los saqueos y abusos de parte de los "rotos" chilenos, además, fueron muy aislados y distantes de ser masivos como los describe la historiografía actual del Perú, pues tanto Lynch como Baquedano tomaron medidas, precisamente, evitando tropelías chilenas en el lugar. Fue durante la toma de Lima y el período de las montoneras que los peruanos comenzaron a encender los últimos focos de resistencia contra los chilenos, haciendo correr una imagen demonizada de los mismos y especulando sobre los robos y tropelías que supuestamente habrían hecho sobre las ciudades peruanas de Pisagua, Chorrillos, Callao y, por supuesto, Lima. En otras palabras, ese mismo sentir que inspira ahora a los peruanos a reclamar pretendidos "trofeos de guerra" a Chile no es más que el mismo revanchismo y odiosidad derivado de la derrota fresca en plena Guerra del Pacífico. Pasemos a estudiar a continuación, entonces, los principales casos de estos "trofeos de guerra".
EL CORONEL LAGOS "SAQUEANDO" A LA BIBLIOTECA DE LIMA: Los autores del Perú alegan que la Biblioteca de Lima fue completamente saqueada por los chilenos, dejando sólo 700 de los más de 30.000 ejemplares que poseía entonces. Ricardo Palma llegó a denominarlo el "malón chileno" al prologar el libro "Cartas de Piérola sobre la Ocupación Chilena de Lima". El italiano Tomás Cavaino, contratado por el Gobierno del Perú para escribir su "Historia de la Guerra de América", anota allí que la necesidad de Chile de apropiarse de esos textos peruanos se debía a que la Biblioteca Nacional de Santiago era muy pobre en ejemplares, afirmación que se ha repetido majaderamente entre los historiadores peruanos, hasta nuestros días. Los autores peruanos no se ponen de acuerdo, sin embargo, en responsabilizar a Patricio Lynch o a Pedro Lagos en la autoría principal del supuesto despojo. La historia demuestra, sin embargo, que el pretendido "saqueo" no existió como tal. El Coronel Lagos simplemente incautó una buena cantidad de libros para enviarlos a Chile, tranquilamente y embalados, en una cantidad de volúmenes que incluían los de otras bibliotecas, dejando un batallón destacado en el edificio de la Biblioteca de Lima, situación que otros autores han explotado asegurando infundadamente que el recinto fue convertido en caballerizas y establos. Poco después, Lynch prohibió expresamente cualquier nueva sustracción, determinando que eran suficientes. La duda persiste sobre quién ordenó directamente la captura de algunos libros, pues los autores peruanos han dado con una inscripción donde se rotula "P. L.", iniciales que sirven tanto para Pedro Lagos como para Patricio Lynch. Sea como sea, muchos de estos ejemplares vagaron por varias bibliotecas universitarias al llegar a Valparaíso, terminando gran parte de ellos en la Biblioteca Nacional de Santiago, según veremos. La colección incautada incluía los Códices de la Sagrada Inquisición. Aunque las pérdidas no tuvieron lugar en ningún supuesto "saqueo", sino en los traslados, una gran cantidad de estos libros y los códices fueron entregados de vuelta al Perú a bordo el vapor "Chile", durante el Gobierno de Santa María gracias a una gestión de Ricardo Palma. El mandatario le escribió al recibir su solicitud:
A pesar de estas advertencias, Santa María despachó una enorme partida de vuelta a Lima, señalada en unos diez o quince mil ejemplares. Esta devolución fue un hecho que los autores peruanos se resisten a recordar y mantienen en silencio... ¿Por qué? ¿Para mantener viva la tea de la odiosidad? ¿O será, acaso, que los "trofeos" literarios devueltos por Chile al Perú no llegaron todos a destino una vez en manos de sus autoridades? Por otro lado, las sueltas afirmaciones de Cavaino sobre escasos volúmenes disponibles en la Biblioteca Nacional de Santiago no se ajustan para nada a los registros históricos existentes. Desde su muy temprana creación en 1813, por iniciativa de José Miguel Carrera, esta biblioteca había ido asimilando las colecciones de la Real Universidad de San Felipe, de los Tribunales de Justicia, del Gobierno de Chile, de Benjamín Vicuña Mackenna, de Claudio Gay, de Felipe López Netto y muchas más, junto a los aportes del depósito legal. Para 1879, año en que estalla la guerra, la Biblioteca Nacional contaba con cerca de 55.000 volúmenes, es decir, 5.000 más de los que poseía registrados la Biblioteca del Perú al momento de la entrada de los chilenos a Lima, dato que se verifica, entre otros documentos, por la carta que dirige el director de esta última biblioteca, profesor peruano Manuel Odriozola, al ministro representante norteamericano Christiancy, el 10 de mayo de 1881. Odriozola fue quien tuvo la amarga tarea de entregar personalmente las llaves de la biblioteca al Coronel Lagos, para iniciar la requisición de libros. UN DETALLE SOBRE LOS LIBROS CON SELLO DE LA BIBLIOTECA DE LIMA EN CHILE: Para fundamentar esta acusación de "saqueo" de la Biblioteca de Lima, los peruanos y sus simpatizantes en el entreguismo chileno se sostienen de la muy dudosa "prueba" de que algunos libros almacenados en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile tienen el sello de la biblioteca limeña. Aunque no cabe duda de que algunos ejemplares provienen directamente de la Biblioteca de Lima y esa marca así lo demuestra, la argumentación general es muy relativa pues desconoce el hecho de que en el siglo XIX y hasta bien avanzado el XX, el robo y el contrabando de ediciones era muy común en el Perú. De hecho, libros con timbre peruano ya circulaban en Chile y en otros países desde mucho antes de la Guerra del Pacífico y siguieron haciéndolo después. Hemos sido informados, por ejemplo, de ejemplares firmados por propietarios en Perú mucho tiempo después de la guerra, o bien que traían al interior notas al margen o recortes de periódicos peruanos también posteriores a la retirada de los chilenos de 1884. En Lima circularon en venta por largo tiempo libros con el sello de su biblioteca en librerías y mercados abiertos de la ciudad, pues el descuido y la falta de escrúpulos en los préstamos de libros fueron frecuentes en esa biblioteca. Justo Abel Rosales, en "Mi Campaña al Perú, 1879-1981", describe cómo una de estas partidas ilegales de libros fue interceptada y requisada por los propios chilenos en plena guerra. Esta falta de respeto de los peruanos hacia el valor del libro lo reconoce el propio Ricardo Palma en una carta escrita años después del pretendido "saqueo" de la Biblioteca de Lima, en 1889, cuando declara para nuestro asombro:
Por otro lado, no todos los libros con sello peruano se encontrarían en la Biblioteca de Santiago de Chile, sino que es posible encontrar algunos también en colecciones particulares, poniendo en seria duda la teoría de los "saqueos" coléricos, pues muchos de esto libros de origen peruano entraron a la Biblioteca Nacional de Chile dentro de las varias colecciones privadas donadas por intelectuales chilenos a esa casa a lo largo de su historia, como hemos dicho. Otros son sin duda, robos de las partidas embaladas que se embarcaron hacia Chile y que, según veremos más abajo, nutrieron un furtivo comercio ilegal de especies entre soldados chilenos, peruanos y ciudadanos locales, algo común en las sociedades estranguladas por las desgracias de la guerra.
A pesar de ello, cada vez son más los entreguistas chilenos que se ofrecen como partidarios de la "devolución" de estas piezas, creando más y más expectativas en la opinión pública peruana.
Los Gobierno de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet participaron de la
devolución de algunos de estos ejemplares a Lima, por una gestión iniciada durante el Ministerio de Sergio Bitar en la cartera de Educación, político que tiene familiares y muchos vínculos personales con el Perú. Como todo proyecto entreguista, éste
fue realizado a espaldas de la opinión pública y por una comisión conformada
por miembros remunerados y en su mayoría desconocidos, por lo que no sabemos cómo se resolvió
exactamente el problema de determinar cuáles libros peruanos entraron de
manera directa desde la Biblioteca de Lima o desde la donación de colecciones realizadas por intelectuales como Toribio Medina, Benjamín Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana y otros, aunque debiesen existir registros de ingreso que acrediten la vía por la que cada ejemplar fue incorporado al fondo de libros de la Biblioteca Nacional.
Tampoco parecía sana la gran expectativa que se está generando en Perú con relación a esta eventual devolución, que
casi no agradeció oficialmente el gesto y, de hecho, tras recibir la partida
de libros en el Gobierno de Bachelet, no tardó en manifestarse frustrado al recibir de vuelta una cantidad cuantitativamente menor de libros que la esperada.
En consecuencia, se convertiría el gesto en un acto que acentuara la división y el resquemor en lugar de devolver la gratitud y la confianza entre ambos pueblos.
Los primeros reclamos peruanos respecto a la inconformidad con la cantidad
de libros recibidas comienzan en septiembre de 2008. EL INEXISTENTE INCENDIO DE LA BIBLIOTECA DE LIMA EN 1881: Una acusación inmoral y carente de todo rasgo de honestidad por parte de ciertos incitadores, consiste en decir que Chile robó todos los documentos históricos del Perú relativos a su período como Virreinato, motivados los "rotos" por la pretendida "envidia" que Chile le habría tenido al Perú, en condición de humilde ex Capitanía. Se agrega entonces al relato un detalle extravagante y tremendista: que, después del saqueo, los frenéticos chilenos procedieron a prender fuego a la biblioteca peruana para completar su "malón", perdiéndose para siempre valiosos documentos, versión que también ha encantado a los ignorantes entreguistas chilenos, en especial ciertos intelectuales de izquierda. Otros aseguran que los libros fueron picados y usados para hacer camas, o que los soldados chilenos los usaron para "prender fogatas" para calentarse (ojo: en pleno período de mayor calidez veraniega); o que incluso fueron a parar a los prostíbulos como medio de pago o para ser usados como leña, detalle dramático y sonoro cuya inspiración, al igual que otras extravagancias de esta fábula, es fácilmente identificable para quien conoce el relato sobre el famoso saqueo y destrucción de la Biblioteca de Alejandría, episodio de la historia clásica del que parecen haberse tomado muchas pautas de inspiración en el folklore histórico peruano sobre la ocupación chilena de la Biblioteca de Lima. Al parecer, autores como Paz Soldán tuvieron gran importancia en la tarea de forjar el "Érase una vez..." de las historias más fantásticas sobre la ocupación chilena de la biblioteca de su patria. El hecho real es que la Biblioteca del Perú había perdido la inmensa mayoría de esta la colección de documentos del Virreinato en un incendio de 1821, es decir, ¡60 años antes de la entrada chilena en Lima! Además, como ya dijimos, Chile devolvió al Perú los códices de la Inquisición, tal vez la parte más valiosa de toda la colección bibliotecaria limeña que sobrevivía. Hacia 1876, el boliviano Gabriel René-Moreno, en "Los Archivos Históricos de la Capital de Bolivia", había escrito que:
En la actualidad los historiadores bolivianos son los que con más entusiasmo y convencimiento apoyan el mito peruano del incendio de la biblioteca provocado por Chile. Se debe recordar, además, que un segundo incendio tuvo lugar en este recinto en 1943, cuando se quemó gran parte de los depósitos bibliográficos, siniestro en el que se implicó la responsabilidad directa de las propias autoridades peruanas, en un oscuro acontecimiento cuya razón nunca fue revelada, pero que habría tenido relación con la necesidad de eliminar documentos que complicaban a altos funcionarios del Gobierno de Manuel Prado Ugarteche en hechos políticamente reprochables.
UN PILLAJE "CASA A CASA" EN CHORRILLOS Y LIMA: También se ha dado en el Perú mucha imprenta al supuesto de que los soldados chilenos se dedicaron a un pillaje "casa a casa", robándose toda clase de objetos domésticos, como candelabros, relojes y cubiertos, artículos que estarían definitivamente perdidos y en condición irrecuperable, lo que acrecienta la deuda moral y material de Chile para con el Perú por esta clase de supuestos abusos. Lo que quienes sostienen esta singular teoría ignoran, sin embargo, es que durante la presencia de los chilenos en Chorrillos y en Lima, los propios comerciantes peruanos montaron todo un negocio con los reducidores chilenos, vendiéndoles a muy bajo precio anillos, cadenas, joyas y artículos ornamentales que los "mapochinos" apetecían casi como verdaderos souvenirs de su paso por el Perú. En su "Diario de Campaña", el cirujano Castro Espinosa confiesa haber comprado en Lima, entre marzo y junio de 1881, entre otras varias cosas, dos argollas de oro en cuatro pesos y una cadena de mujer en catorce, aunque no confiesa la nacionalidad de sus proveedores. En estos contrabandos también se vendieron muchos libros y objetos de arte. Para frenar esta situación, el 16 de noviembre de 1883, el nuevo gobierno peruano dictó una ley en la que exigía la devolución de todos los planos, obras de arte, joyas, archivos, libros, instrumentos científicos o cualquier otra clase de objetos que, perteneciendo a edificios públicos y particularmente a la Biblioteca, estuvieran en posesión de particulares de Lima, dándoseles 15 días como plazo. Este sorprendente antecedente confirma que el principal patrimonio desaparecido en Lima necesariamente había quedado en manos de particulares y no de la soldadesca enemiga, como alegan hoy. LA DESTRUCCIÓN DE LOS LABORATORIOS UNIVERSITARIOS DE LIMA: Gran parte de la incautación de objetos, herramientas o bienes patrimoniales en Lima, por completo ajustada al Derecho Internacional de guerra consagrado en las Instrucciones de 1871 de los Estados Unidos y la Declaración de Bruselas de 1874, había sido tomada de instituciones como la Escuela de Minas, la Escuela de Medicina, el Museo Raimondi, la Biblioteca Pública y el Archivo Bibliotecario de la Universidad de Lima. Muchos de estos objetos estaban inutilizados por el pésimo estado de conservación en que se encontraban, especialmente los más antiguos y valiosos, terminando de estropearse en el largo traslado hasta Valparaíso y en la falta de delicadeza de los "rotos" que los transportaron. Los chilenos que embalaron los artículos requisados, por no ser expertos en sus usos, muchas veces escogieron los de mayor valor como antigüedad o aspecto, pero por completo inútiles, especialmente en los laboratorios universitarios, que fueron enviados a Santiago hasta la Universidad de Chile, donde don Ignacio Domeyko verificó el lamentable estado en que se encontraban, atribuyéndolo erradamente al mero mal manejo de parte de los chilenos durante los traslados o durante la toma de Lima. Domeyko estaba influido por el desastre del que fue testigo cuando los rusos invadieron Polonia e inutilizaron muchos artículos e instrumentos científicos de la Universidad de Vilna, creyendo que este caso era similar. Aunque, posteriormente, sus afirmaciones fueron refutadas por los partícipes de la ocupación, el legendario peruano insiste en las observaciones de Domeyko para argumentar que estos instrumentales y objetos científicos de Lima fueron destruidos intencionalmente por la malévola soldadesca chilena. EL SUPUESTO SAQUEO CHILENO E INCENDIO DEL PALACIO DE GOBIERNO: La acusación de que los chilenos saquearon el Palacio de Gobierno es otra muestra de superchería histórica y de revanchismos chauvinistas. Todos los documentos y las crónicas del momento demuestran que quienes saquearon la casa presidencial fueron los propios peruanos, después de la derrota en Chorrillos y hasta la noche de la llegada de los chilenos a Lima, siendo paradójicamente esa una de sus acciones más pacíficas aquella negra jornada, pues de paso atacaron en masa también las poblaciones de trabajadores chinos, matando a 300 de ellos, incendiando las barriadas, agrediendo a familias de extranjeros casados con chilenas y, finalmente, atacando a golpes y disparos a los bomberos que, por la mañana, llegaron a apagar los incendios. La amenaza al Palacio de Gobierno, de hecho, parece ser una de las principales razones por las que el Alcalde Torrico solicitó a los chilenos la ocupación de la ciudad, para restaurar el orden. La Guardia Urbana Italiana logró repeler heroicamente a los saqueadores y salvar al palacio del fuego, aunque cuando ya se habían llevado la mayor parte de sus objetos de valor. Sólo la intervención de los chilenos logró terminar con estas muestras de salvajismo y barbarie, precisamente. Cuando las fuerzas de Cornelio Saavedra llegaron al palacio, la turba peruana se había robado ya todos los muebles, cuadros y hasta las colecciones de cubiertos y servicios del comedor. El marino italiano A. Santini, en "Intorno al Mondo a Bordo della R. Corvetta Garibaldi", escribe en calidad de testigo que:
Tan grave y temible fue esta situación que, poco después, la agrupación de las Señoras de Lima extendió una medalla honoraria para los miembros de la Guardia de Extranjeros que lograron detener a los saqueadores peruanos en los "días de Peligro" que terminaron al producirse la ocupación chilena. LA HISTORIA DE LA ESTELA CHAVÍN DE RAIMONDI: En el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia Lima, existe una imponente estela de roca dorita tallada, de casi dos metros de altura y con la imagen del Dios de los Báculos, un personaje parecido al Dios Llorón de la Puerta del Sol de Tiahuanaco, tocado con un espléndido penacho. La obra había formado parte del Templo Nuevo de Chavín de Huántar. Fue descubierta hacia 1874 bajo la mesa de un humilde campesino, por el explorador e investigador italiano Antonio Raimondi (el autor de la famosa frase "El Perú es un mendigo sentado en una silla de oro"), razón por la que es llamada hasta hoy con su apellido. A pesar de su valor arqueológico e histórico, presenta una extraña trizadura que la partió justo al medio, y que ni los restauradores más expertos lograron disimular, debiendo ser pegada y parchada con poca discreción. Pues bien: en las visitas por este importante y concurrido museo, se explica a los observadores que la estela fue destruida en el intento por esconderla de los chilenos que saqueaban coléricamente la ciudad de Lima, en tiempos en que esta pieza estaba colocada en la Plaza de la Exposición, correspondiente en la actualidad al Parque de Lima. Se describe que la estela fue empujada al suelo desde su pedestal y boca abajo, para que los "saqueadores" no la vieran. En la caída, se partió irremediablemente. Otra versión popular, un poco más extravagante, dice que el propio Raimondi la llevó a andas desde su sitio y la guardó en algún lugar secreto con otras piezas valiosas, mientras Lima estuviese ocupada, tiempo en el cual dejaría la colección de tesoros tapados "tras una bandera peruana". Una tercera versión urbana pone a los propios chilenos como los culpables del daño al estela, en un fallido intento por robársela. Lo cierto, sin embargo, es que la historia documentada y cronológicamente lógica de la estela de piedra es mucho más sencilla: durante los saqueos de Lima protagonizados por las fuerzas pierolistas derrotadas en Chorrillos y Miraflores, "alguien" quiso llevarse la pesada estela consigo (de hecho, casi todas las piezas de la Plaza de la Exposición fueron retiradas furtivamente) y, en el intento, se partió accidentalmente, cayendo con todo su peso al suelo. A la llegada de los chilenos la pieza ya estaba completamente desaparecida y así permaneció por varios años más, hasta 1888, cuando se organizó una búsqueda para recuperarla y fue devuelta por una familia particular peruana, temerosa de cualquier castigo por parte del temido Gobierno de Andrés Cáceres. Nuevamente, los chilenos no tuvieron pito que tocar en este caso, pero la leyenda quedó incorporada en el relato habitual de los peruanos sobre esta hermosa reliquia. LA SINIESTRA FOTOGRAFÍA DEL LOS ESQUELETOS DE TACNA: Las historias sobre saqueo y "trofeos de guerra" no se reducen al supuesto despojo de patrimonio material, sino también a las vejaciones y a los actos de piratería en contra de los muertos, una clase de imputación de guerra muy popular entre las leyendas históricas, que se repite en ciertas descripciones un tanto teatrales sobre la ocupación nazi en Polonia, Francia o Checoslovaquia, y también para agregar detalles siniestros a la invasión japonesa de Manchuria. En julio de 2004, por ejemplo, el historiador peruano Elio Galessio y su compatriota el fotógrafo Renzo Babilonia, publicitados por el diario limeño "La República", montaron una exposición fotográfica de la Guerra del Pacífico de unas 800 piezas, en la que aparecía una sobrecogedora imagen como atractivo central de la misma, con un niño subiendo sobre una montaña de huesos humanos. Según fue presentada, la placa correspondía a una fotografía ampliada y frente a la cual el ejército “mapochino” había hecho desfilar a los niños de Tacna para aterrarlos e impresionarlos. Aunque Galessio no avalaba esta versión, el diario "La República" del jueves 22 de julio de 2004 recalcaba:
Por su parte, Babilonia agregaba de su cosecha:
Todas estas afirmaciones son falsas, sin embargo, pues esta imagen corresponde en realidad a una postal fotográfica de Tacna impresa en 1910, y que captó los trabajos de exhumación de los restos de héroes bajo el altar de homenaje a los caídos en la Batalla del Campo de la Alianza (Alto de la Alianza, 26 de mayo de 1880), desde las fosas que se habían improvisado en el lugar y que incluían los restos no sólo de peruanos y bolivianos, sino también de los soldados de los ejércitos chilenos allí caídos, que fueron llevados al Mausoleo del Cementerio de Tacna, poco después. La falta de rigor histórico por parte de la propaganda peruana es tal, que ni siquiera considera el hecho estricto de que, en las fechas que se señala esta imagen como usada para "causar terror" por lo chilenos, los mecanismos de impresión de la época sólo habrían permitido ampliaciones de imágenes en estilo litográfico y no fotográfico, como es éste el caso.
LAS DOS ESTATUAS DE LEONES DE PROVIDENCIA: Muy sueltos de cuerpo, los autores peruanos han alegado que los dos leones de bronce que adornan el bandejón de la Plaza los Leones, en Providencia, serían estatuas traídas desde Lima por los chilenos y que merecen ser devueltas al Perú. Algunos entreguistas de Chile, en su infinita ignorancia, también han creído a pies juntos semejante idiotez y han colaborado en la difusión de semejante rumor. Un conocido dirigente de los inmigrantes peruanos en Chile, tuvo el descaro de hacerse grabar para un programa de debates de la TV chilena, con los leones a su espalda, mientras los definía también como "trofeos de guerra" robados al Perú. Como lo confirman los historiadores Sergio Villalobos y Gilberto Aranda, dichos leones, en realidad, son figuras donadas por don Arturo Lyon a la ciudad, correspondiendo a copias en bronce de los leones cerámicos que originalmente adornaban la entrada la casa del ex Alcalde Ricardo Lyon en la Chacra de los Leones, en alusión al emblema familiar y heráldico de su apellido. Los Lyon eran una aristocrática familia residente de ese sector, uno de cuyos miembros dio el nombre a la famosa avenida homónima. Con el tiempo y con la masiva llegada de ciudadanos peruanos a Chile, se ha extendido entre ellos la costumbre de asegurar que todas las estatuas de leones existentes principalmente en Santiago, sería patrimonio peruano traído al país en las circunstancias de los supuestos saqueos de Lima. La razón es que esta clase de motivos eran muy comunes en Lima y el Callao durante el siglo XIX y parte del XX. Algunas de ellas aparentemente sí fueron tomadas por los chilenos como imposiciones de guerra y otras desaparecieron en tiempos posteriores, pero el caso particular de las estatuas de Los Leones constituye una leyenda sin valor histórico. LA "PILA DEL GANSO" EN ALAMEDA BERNARDO O'HIGGINS: La Pila del Ganso, la famosa estatua que daba el nombre al sector de la Alameda Bernardo O'Higgins en la comuna de Estación Central de Santiago (un niñito jugando con un ganso), también había caído en la tentación de los entreguistas y del revanchismo peruano, pues una extendida leyenda urbana nunca comprobada decía que la fuente fue traída del Perú y muchos dieron por sentado que el origen de la figura debía ser éste y no otro. A pesar de que Gilberto Aranda también ha atacado este mito, la pieza aparece definida como "trofeo" en varios artículos que tratan el tema, como en un desaparecido diario izquierdista chileno, según veremos luego. Todo parece indicar, sin embargo, que la Pila del Ganso era en realidad una copia de la famosa escultura griega llamada "El Niño de la Oca", de Boeto de Calcedonia (siglo II a.C.), cuyo original se encuentra en el Museo de Louvre, París, y de la que existen miles de imitaciones por todo el mundo. Estos motivos artísticos son más bien representaciones figurativas inspiradas en la imagen del mitológico Cupido y resultan bastante comunes. En otras ocasiones, también se le representa montando un pez en lugar del ganso. En Chile es un motivo con relativa presencia pero -cosa curiosa- en casi todos los casos se rumorea un origen "peruano" de la estatuas respectiva. En la plaza de la ciudad de Buin, por ejemplo, existe otra figura muy parecida a la Pila del Ganso de Santiago, en la fuente central, de la que también se dice habría sido un trofeo de guerra traído desde Lima, en una versión local del mismo mito que tampoco parece ser cierta. LA ORNAMENTACIÓN DEL CERRO SANTA LUCIA: Por increíble que parezca, algunos medios peruanos han propuesto que la decoración del parque del Cerro Santa Lucía también "podría ser" parte de los pretendidos trofeos traídos desde el Perú. Nada más falso, pues la ornamentación del cerro fue hecha como parte de su remodelación de 1872, por iniciativa del entonces Intendente de Santiago, don Benjamín Vicuña Mackenna. Adicionalmente, el paseo fue acumulando sucesivas ampliaciones de sus muestras artísticas al aire libre como monumentos históricos, homenajes a personas destacadas, algunas estatuas erigidas en gratitud a Chile de parte de colonias residentes, etc. Las rejas de la entrada principal eran las mismas que desde 1801 funcionaban en la Casa de Moneda, habiendo sido mandadas a forjar por el Gobernador Joaquín del Pinto. No pueden corresponder a las rejas de algún palacio peruano, como aseguró un comunicador de ese país hace unos años. La gran escalera monumental y su notable decoración fueron construidas -en Chile- entre 1897 y 1903, por lo que tampoco podría provenir de piezas arquitectónicas limeñas prolijamente desarmadas por los "rotos" y reensambladas en el acceso principal del ex cerro "Huelén". La estatua de "Gisela", por el lado Sur, fue donada por la colonia alemana hacia 1951, e incluso se rumorea que estaría inspirada en la imagen de la primera dama argentina Eva Perón. Los cañones datan de la época colonial y formaban parte de las baterías de protección de Santiago, ya inutilizadas cuando fueron colocadas en el peñón, resultando iluso creer que piezas de semejante peso y tamaño fueran traídas como objetos "ornamentales" a la capital chilena desde algún lugar del Perú. MONUMENTO A AYACUCHO DE LA PLAZA DE ARMAS DE SANTIAGO: Otra leyenda que han tenido tiempo de crear algunos visitantes peruanos que pasean por la Plaza de Armas de Santiago, gira en torno al Monumento a la Victoria de Ayacucho, colocado cerca del centro de este sector. La presencia en el corazón de Chile de un homenaje a las glorias independentistas de 1826 que dieron la libertad al Perú, ha permitido fabricar historietas de saqueos o robos desde Lima en torno a esta pieza conmemorativa. Lo cierto es que su presencia en la capital chilena se debe a que, originalmente, este monumento de mármol blanco iba embarcado al Perú, pero luego de algunos problemas quedó descargado en Valparaíso, desde donde fue llevado a Santiago. Por el año 1838 se retiró la histórica fuente de la Plaza de Armas que hoy se encuentra en el Patio de los Naranjos del Palacio de La Moneda, colocándose en su lugar el Monumento a Ayacucho. Muchas veces hasta se la quiso retirar, siendo defendida su presencia, entre otros, por el escritor nacional Joaquín Edwards Bello, manteniéndose así en la plaza hasta nuestros días. La gran cantidad de inmigrantes peruanos que hoy pasean por la principal plaza de Chile y observan con algo de confusión la fuente con referencias a Bolívar y a la victoria de Ayacucho en plena capital chilena, ha provocado entre ellos el rumor "de exportación" de que la fuente habría sido traída a Santiago en tiempos de la Guerra del Pacífico. EL LEÓN SUIZO DE ALAMEDA BERNARDO O'HIGGINS: Hemos dejado de lado muchos supuestos "trofeos" señalados por los propios lectores peruanos que visitan nuestra página, por considerar que no resisten el menor análisis ni merecen estudio alguno por el grado de audacia o desconocimiento que involucran, como es el caso del Monumento a la Colonia Italiana que existe en Plaza Italia, frente a la Estación Baquedano. Sin embargo, haremos una excepción a este criterio con el caso del llamado León Suizo de Alameda Bernardo O'Higgins, pues, si bien no hemos podido confirmar ninguna fuente formal del Perú señalando a esta estatua como parte de los pretendidos "trofeos", ya hemos visto que es corriente escuchar a autores peruanos insistiendo en que la mayoría de los leones ornamentales existentes en Santiago de Chile fueron traídos desde Lima y del Callao (recordar la cita que hemos hecho de Quesada Cantuarias, más arriba). No es mucho lo que se puede decir al respecto sobre esta pieza, situada cerca del centro cívico de la ciudad: Un león de bronce con las fauces abiertas y bajo cuya pata derecha se encuentra un icono simplificado del escudo de Chile, sugiriendo resguardarlo. Su origen se encuentra en un proyecto de homenaje al General de la Independencia José Ignacio Zenteno, en el primer centenario de 1910. Coincidió que ese año la colonia suiza regaló a Chile esta estatua felina, creada por el escultor francés Emille Jacquier y fundida en Roma, en las dependencias de la Fundición Nelly. Según el historiador Raúl Hermosilla Hanne, el presidente de la colonia suiza, don Luis Hüe Druz, dijo en la ocasión que "El noble animal el león que parece proteger el Escudo de Chile, tiene una alta significación: es el emblema del valor, de la energía y de la magnanimidad, que son las virtudes del pueblo chileno a quien la colonia suiza lo dedica con toda sinceridad". Se decidió sentar la estatua en el lugar de la primera piedra colocada para el monumento a Zenteno, inaugurándosele en la Navidad de ese año. El león permanece allí hasta ahora, frente a la estatua del prócer libertador General José Miguel Carrera. Zenteno, en tanto, aún sigue esperando su monumento. De "peruano", entonces, salta a la vista que no tiene nada. LOS CAÑONES DEL PALACIO DE LA MONEDA Y DE LA PLAZA DE ARMAS DE LEBU: Los dos viejos cañones coloniales del Palacio de La Moneda ("Patio de los Cañones"), llamados "El Furioso" y "El Relámpago", han sido señalados como peruanos tanto por autores de ese país como por periodistas chilenos con filiación izquierdista. Otros han hecho correr la infamante historia de que el Ministro Hermosilla Guerra los habría sacado furtivamente de Lebu para llevárselos a su residencia particular, desde donde fueron a parar a La Moneda (ver edición del diario "La Tercera" del sábado 14 de abril de 2007, pág. 35). Lo que parecen desconocer todos ellos, es que si bien estos cañones de bronce, de tres metros cada uno, fueron confeccionados por Johannes Espinossa en Lima en 1772 por orden del Virrey Manuel de Amat y Juniet, se los hizo para reforzar los fuertes hispanos del Sur de Chile y fueron incorporados al Ejército de Chile durante la Independencia e incluso utilizados en la defensa de Lebu, que era vital para el abastecimiento carbonífero. Tal como lo consigna el Catálogo de Monumentos Históricos de la Comuna de Santiago (Dirección de Obras Municipales, Departamento de Urbanismo, 1998), los cañones volvieron a la acción en 1886, cuando se les empleó en la avanzada sobre la Araucanía, pasando a continuación a ser modernizados por la Maestranza Militar de Limache. La ciudad de Lebu los donó al Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo en 1929 como reconocimiento a su labor por la Araucanía, con la intención de que se los colocase en Cerro Castillo, pero fueron llevados finalmente hasta la casa presidencial de Santiago, al año siguiente, como homenaje al Ministro de Interior David Hermosilla Guerra, natal de Lebu, precisamente. Otros dos cañones quedaron allá, a partir de 1913, en la Plaza de Armas de Lebu: "El Marte" y "El Rayo". Los cuatro fueron declarados Monumento Nacional por Decreto Nº 164 del 2 de agosto de 1995. Lamentablemente, parte del mito de que serían "trofeos" surge de que una inscripción que llevaban los cañones en su base, diciendo "Homenaje de la Provincia de Arauco al Supremo Gobierno de la República", desapareció con la restauración de la base realizada hacia 1970 y luego de los sucesos de 1973. La presencia del escudo español custodiado por delfines en su diseño, ha alimentado la imaginación de quienes lo creen traído desde los tesoros coloniales que albergaba Lima hasta 1881. LOS MONUMENTOS URBANOS DE VALPARAÍSO: A pesar de que esta leyenda ha sido desmentida varias veces por autores de renombre, persiste la creencia de que muchas de las estatuas ornamentales y monumentos del puerto de Valparaíso habrían sido traídas también desde Lima durante la guerra, en parte también porque la historia sobrevive como mito urbano del propio puerto. Entre estas piezas estarían el Arco Inglés (Marble Arch), la estatua de Colón, la Justicia de la Plaza de los Tribunales, las "Cuatro Estaciones" de Plaza Victoria y la famosa fuente de la plaza central. La premiación de Valparaíso al ser considerado Patrimonio de la Humanidad, ha revitalizado algunos comentarios peruanos sobre el origen de estas estatuas, dando por hecho su supuesta condición de "trofeos de guerra". Sin embargo, hacia mediados del siglo XX el investigador Carlos Rojas Contreras ya había escrito con sorna a este respecto:
Por su parte, el más grande de los cazadores de mitos históricos en Chile y ya mencionado, Joaquín Edwards Bello, en abril de 1957 cita en una columna periodística al investigador Roberto Hernández, quien había escrito en "La Unión" de Valparaíso lo siguiente:
LAS ESTATUAS DE LA PLAZA DE COPIAPÓ: En Copiapó, el entreguismo y el revanchismo también creen haber identificado pretendidos "trofeos de guerra". Por ejemplo, tal vez confundiendo la misma leyenda que pesa sobre las "Cuatro Estaciones" de Valparaíso, se ha afirmado en varias ocasiones que las cuatro estatuas de mármol que adornan su Plaza Prat habrían sido traídas desde Lima por los hombres de Patricio Lynch en 1881. La leyenda incluso es acogida entre algunos locales. Nada de esto es real, sin embargo, pues las estatuas fueron instaladas por iniciativa municipal y son cuatro alegorías equivalentes a cada una de las estaciones del año, tal como sucede con las estatuas de Valparaíso que también son indicadas erróneamente como trofeos. Forman parte de un largo plan de decoración urbana que caracteriza a la ciudad y que recuerda sus años de prosperidad minera. Recientemente, otros opinólogos han comenzado a afilarse los dientes sobre las estatuas que adornan la avenida principal de la ciudad de La Serena haciendo una acusación análoga; y también sobre la bella fuente principal de la Plaza Prat, pese al hecho de haber sido instalada en 1880, casi un año antes de la ocupación de Lima, y aunque en realidad sea una alegoría de la minería que homenajea la actividad característica de la zona. LOS ORNAMENTOS DE LA PLAZA DE ARMAS DE CURICÓ: Otra calumnia basada en un mito urbano, es la fantasía de que las piezas artísticas más antiguas de la Plaza de Armas de Curicó también serían propiedad peruana, usurpadas durante la guerra. La Pila Central de la plaza ha sido señalada como "trofeo de guerra" traído desde Lima por los chilenos, siendo que, en realidad, la obra escultórica fue traída directamente desde Francia y se encuentra en la ciudad desde 1865. Por su parte, el viejo kiosco con aspecto de pajarera y de estilo mezcla de Eiffel y New Orleans, que decora el mismo lugar, fue construido en Santiago por iniciativa del intendente Balmaceda Fontesilla, y por su antigüedad fue declarado Monumento Nacional en 1978. La plaza entera está declarada Zona Típica, desde 1986. EL GRAN RELOJ PERDIDO DE RUIZ GALLO: Una pieza famosa en el legendario de los trofeos de guerra supuestamente arrancados por los chilenos en Perú, es el desaparecido reloj monumental del antes mencionado parque histórico de Plaza de la Exposición de Lima, que en 1871 instalara allí el ilustre ingeniero y héroe peruano, Teniente Pedro Luis Gallo, para la Exposición Industrial que iba a realizarse al año siguiente. Su extraordinaria obra semejaba al reloj de la Catedral de Alsacia, de once metros de altura y seis en su parte más ancha, constituyendo una maravilla de la mecánica de la época, pues a cada hora repasaba algunos episodios históricos del país en unas vitrinas animadas que formaban parte de su colosal estructura. Vale advertir que Ruiz Gallo lo levantó no sin dificultades, ya que muchos de sus propios enemigos dentro del Perú quisieron perjudicar su obra y privarlo de la ayuda que le daba el Estado peruano como reconocimiento a su labor e ingenio. El caso es que el reloj orgullo de la ciudad desapareció en 1881 y hoy se lo señala en la historia oficial del Perú entre los principales tesoros que los chilenos se habrían robado desde Lima durante la ocupación. Sin embargo, a la llegada de los chilenos a Lima el reloj ya no estaba y los relatos de la época lo confirman. Es por esta razón que los acusadores peruanos jamás han sabido señalar con convencimiento y seguridad en qué parte de Chile se encontraría el mentado reloj y por qué permanecería escondido durante un siglo y fracción sin que alguno de los relatos de la época demuestre la responsabilidad chilena en su desaparición. Por el contrario, los autores se limitan a repetir la imputación en breves palabras y sin ofrecer demostración alguna. Los datos históricos y las crónicas refutan la teoría del robo chileno del reloj. El periodista Salvador Soto, por ejemplo, quien había estado presente desde el principio en la ocupación de Lima ofreciendo algunas de las crónicas más detalladas al respecto, al pasar revisión a los principales monumentos de la ciudad en su artículo "Lima a vuelo de pájaro", escribe el 20 de septiembre de 1881 que en la Plaza Exposición el principal objeto monumental es el grupo de mármol que homenajea a Cristóbal Colón y al descubrimiento de América, en circunstancias de que la totalidad de los autores peruanos están de acuerdo en que el Reloj Ruiz Gallo era el atractivo más vistoso y relevante del recinto. Sin regalarle una sola palabra al mentado reloj, lo que confirma su total ausencia, Soto pasa a elogiar ornamentos mucho menos espectaculares o sorprendentes, como el monumento al triunfo de 1866 contra España de Avenida del Callao y la estatua de bronce de la Victoria. Ni luces del reloj. Todo indica que, al igual que la estela de Raimondi, el enorme reloj había sido desmontado y desarmado, pues se temía que fuese robado por los chilenos tal como relataban las historias horrendas de saqueo y destrucción supuestamente ocurridas durante el desembarco de Pisagua, y que finalmente no resultaron reales. El reloj fue embalado por un grupo de trabajadores peruanos y esto está confirmado en fotografías de la época, que captaron parte de la operación de desmontaje del mismo. El problema es que, ya recuperada la paz y retirados los chilenos, el reloj jamás reapareció y nunca se supo de él, sospechándose que podría haber ido a parar a manos de algún coleccionista privado, tal como ha sucedido con piezas valiosas en varias otras partes del mundo durante períodos de guerra, como el famoso "Salón Ámbar" del Zar Pedro el Grande, quizás el más codiciado de los tesoros perdidos del mundo, o años más tarde con las piezas del Museo de Bagdag, desaparecidas durante la invasión estadounidense de Irak. A pesar de que por mucho tiempo se corrió la voz de que una prominente familia aristocrática y política del Perú habría estado comprometida en esta desaparición, con el transcurso de las décadas la responsabilidad ha terminado siendo imputada inevitablemente a los chilenos. Demás está recordar que en ninguna parte de todo el territorio de Chile, desde Arica a Punta Arenas, de cordillera a mar, se conoce de la existencia actual o pasada de una pieza que cumpla con las particulares características del magnífico Reloj de Ruiz Gallo. Para explicar esto, los autores peruanos aseguran que se debe, simplemente, a que los chilenos "nunca pudieron hacerlo funcionar". Algunas fuentes peruanas agregan que el reloj estaría escondido en el "Museo de Chile", que suponemos se refiere al Museo Histórico Nacional.
LAS OBRAS DE ARTE DEL CONVENTO DE SAN FRANCISCO: En una equilibrada mezcla de confusión e ignorancia, también se ha sugerido en alguna oportunidad que los enormes cuadros peruanos del Gran Salón del Museo en el Convento de San Francisco de Santiago, habrían sido traídos desde ese país durante la Guerra del Pacífico. De hecho, parece ser que este mito es de factura chilena y no peruana, constituyendo otra enorme fanfarria de circo pobre, pues está perfectamente documentado que las obras llegaron desde Perú en el siglo XVII, poco después de ser producidos, al parecer desde el taller de pintura del Cuzco dirigido por el artista indígena Basilio de Santa Cruz, entre 1670 y 1684. Las obras son réplicas de las que se encuentran en el Convento de San Francisco del Cuzco y fueron enviadas a Chile durante la colonia para testimoniar la vida del famoso santo de los franciscanos y para evangelizar a los indios de estas comarcas. Los únicos registros de obras pictóricas tomadas desde Lima durante la Guerra del Pacífico, parecen corresponder a las que el escritor peruano Ricardo Palma logró recuperar poco después junto a los libros, gracias a sus gestiones directas con personajes influyentes de Chile, como hemos dicho. LOS ORNAMENTOS RELIGIOSOS DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO: Por el mismo sentido va la extraordinariamente infame acusación de que en la Catedral de Santiago se encontraría "trofeos" como la ornamentación, candelabros, platería, oro, crucifijos, el atril y la custodia de plata y hasta el cáliz, supuestamente traídos del Perú. Esta calumnia, que fuera defendida por un programa de debates de la mismísima televisión chilena (estación de Chilevisión), deriva de la infladísima autoestima peruana, donde popularmente y en su condición de ex-Virreinato, se considera imposible de que en una "miserable" ex-Capitanía de Chile se hayan albergado tesoros como los que pueden observarse hoy en ese edificio. Las innumerables investigaciones históricas sobre la Catedral de Santiago demuestran que no sólo era uno de los centros de mayor importancia religiosa en la región, sino que se la utilizaba también para albergar piezas de alto valor que hoy forman parte de las colecciones del interesante museo que aloja la casa religiosa en sus dependencias, sin ninguna relación con la orfebrería y la ornamentación de las iglesias de Lima. Todas estas finas y lujosas piezas eran producidas por la congregación de los jesuitas bávaros de Calera de Tango, y de ahí su evidente influencia europea que peruanos y entreguistas creer como exclusivos del ex-Virreinato. Aunque en un campo más especulativo, no podemos dejar de mencionar que en las grandes puertas exteriores de la Catedral de Santiago pueden observarse incluso algunas alusiones a la enigmática Orden Rosacruz (cruces envueltas en rosas), que se caracterizaba, precisamente, por ser guardiana de los tesoros de la iglesia. Adicionalmente, se ha tratado de sugerir que los lujosos y antiquísimos muebles y pinturas que se encuentran dentro de la misma Catedral de Santiago, también estarían en la categoría de artículos sustraídos desde Lima y traídos a Chile. Otra mentira sin asidero, pues todas las piezas del museo y la catedral datan del período colonial: El mueble de ornamentos, la antiquísima mesa y los atriles barrocos pertenecían originalmente a los jesuitas bávaros de Calera de Tango; el gran cuadro con una curiosa y sugerente imagen de la Última Cena está en la catedral desde el siglo XVII; los magníficos asientos de la Sala Capital son los originales que se usaban en el Cabildo de Santiago; etc. Todas las referencias a estos tesoros como "trofeos de guerra", son acusaciones insostenibles y carentes de validez. LAS PIEZAS DEL MUSEO PRECOLOMBINO: Lo mismo se ha querido sugerir sobre algunas piezas del Museo de Arte Precolombino, por extraño que pueda sonar, al decir que parte de sus colecciones habrían sido tomadas por los chilenos directamente de los museos públicos y privados de Lima. Resulta inoficioso extenderse en el conocido hecho de que, salvo las momias chinchorros y unas pequeñas piezas de oro inca donadas por un particular, la totalidad de las 3.000 piezas de la muestra del Museo de Arte Precolombino pertenecen a la colección de la familia Larraín Echeñique, cuya Fundación permitió la creación del museo 1981. Aunque muchas piezas sean de culturas originarias del Perú, resultaría de una ignorancia tremenda asegurar que se trate de patrimonio arrebatado al Perú durante la ocupación de Lima. LA COLECCIÓN PICTÓRICA DE JOSÉ GIL DE CASTRO: En otra muestra de ignorancia desbordada por parte de algunos publicistas, se ha intentado levantar la calumniosa levadura de que el Museo Histórico Nacional se encontraría una colección de óleos hechos "por artistas peruanos" e instalados allá tras ser tomados desde el Perú. Un "dirigente" de izquierda realizó esta clase de aseveraciones en un acto asistido por inmigrantes peruanos en Chile, a propósito de un acto político. En realidad, se refieren con ello a los retratos históricos y escenas pictóricas de las Salas 8, 9 y 10 del museo, hechas en su gran mayoría por el pintor indígena peruano José Gil de Castro, el famoso "Mulato Gil", en los tiempos de la Independencia. Las obras fueron hechas en Chile y para Chile, y jamás han estado ni de visita en el Perú. EL MONITOR "HUASCAR" COMO "TROFEO DE GUERRA": Capítulo a parte merece el caso del monitor "Huáscar". No sólo fue capturado legítimamente por las fuerzas chilenas e integrado a la escuadra nacional con pleno ajuste al Derecho Internacional de guerra, sino que sirvió a Chile por un largo período (de hecho, por más tiempo que para el Perú) y testimonió algunas de sus principales victorias durante la Guerra del Pacífico, participando más tarde durante la Guerra Civil de 1891, tras lo cual pasó a jubilación. No hay ninguna razón jurídica para suponer siquiera que sigue siendo "peruano" o para devolverlo a sus primeros dueños. Una campaña iniciada hacia 1924 permitió restaurarlo en Talcahuano y luego, por iniciativa del Contraalmirante Pedro Espina Ritchie, pasó a convertirse en museo naval desde mediados del siglo XX, constituyendo el único navío de la Guerra del Pacífico que sobrevive hasta nuestros días. El quejumbroso reclamo del "Huáscar" por parte del Perú comenzó hacia 1963, como parte de la agresiva campaña revanchista que se sostenía desde Lima en contra de Chile, en realidad con la intención de provocar un conflicto que revisara la permanencia de la ciudad de Arica en territorio chileno. A pesar de estar convertido en uno de los museos más interesantes del continente, premiado como tal en una ocasión, el mito peruano a veces sostiene que el monitor se encontraría en Chile atracado en lamentables y humillantes condiciones, por lo que resultaría urgente para el Perú rescatarlo de semejante situación. EL MUSEO DE "TROFEOS DE GUERRA" EN EL MORRO DE ARICA: Perú ha hecho correr por el país la grosera falsedad de que el material expuesto en la cima del Morro ariqueño (museomorrodearica.cl), en el Museo Histórico y de Armas del Morro de Arica, sería ofrecida a la vista del visitante como una "exposición de trofeos de guerra", mostrados de manera humillante y arrogante, que ofendería el sentimiento patriótico peruano, lo que ha generado fuertes reacciones revanchistas y tendientes a la idea de solicitar a Chile la devolución de las piezas del museo, algo que llegó a conversarse directamente con la Cancillería chilena de Enrique Silva Cimma y luego de José Miguel Insulza, durante los Gobiernos de Patricio Aylwin Azócar y Eduardo Frei Ruiz-Tagle respectivamente, según han declarado fuentes peruanas. Ni siquiera la ceremoniosa incorporación de una vitrina homenajeando al héroe peruano Coronel Bolognesi en sus dependencias, durante el año 2006, ha librado al museo de semejante anatema. Sólo un delirio siniestro podría presumir que el Museo del Morro hace tales alardes, pues todo aquel que lo haya visitado advierte de inmediato que es un lugar de honor, donde se respeta y hasta se homenajea al enemigo, como ha sido la valorable posición de digno triunfador que Chile ha asumido en todos los sitios y recintos históricos que conmemoran episodios de la Guerra del Pacífico, dentro de nuestro actual territorio. El museo comenzó a ser construido después de que el Morro de Arica fuera declarado Monumento Nacional, en 1971, por iniciativa del Ejercito de Chile. Llamado originalmente Museo de Armas del Morro de Arica, fue inaugurado el 6 de junio de 1973 y es custodiado por el Regimiento de Infantería Nº 4 "Rancagua". Curiosamente, Perú y Bolivia también tienen importantes trofeos de guerra de origen chilenos, acumulados en museos y colecciones privadas. Se dice que en el Museo Histórico de Torre Tagle, por ejemplo, existe una bandera chilena capturada en la batalla de Tarapacá y que se mantiene guardada como un verdadero homenaje al revanchismo y la odiosidad que ellos mismos atribuyen sin fundamentos a Chile, por las posesiones del "Huáscar" y el material militar del Museo Histórico del Morro de Arica. Bolivia, por su parte, llega más allá, pues tiene un edificio completo dedicado a esta clase de trofeos: el "Museo del Litoral".
Chile alistaría devolución a Perú de bienes saqueados Candidata Michelle Bachelet reconoce que entrega de bienes culturales sería señal de amistad. --------------------------------- Chile devolverá piezas saqueadas en la guerra Es poco probable que un peruano de visita en Chile no haya quedado impresionado con las imponentes estatuas que adornan la ex sede del Congreso de ese país, y que hoy alberga a la Cancillería. Hasta sería lógico, pues las formas perfectas de sus acabados llaman la atención de cualquiera. Además, resaltan sobre las demás figuras colocadas ahí. Hay una larga lista de objetos --------------------------------- Historiador chileno destruye leyenda del saqueo de la capital de Perú en la Guerra del Pacífico Historiador chileno Hugo Ramírez dice que Chile no tiene tantos objetos peruanos. | ||||