| -Ampliado y actualizado el 02 de abril de 2008- LA TENDENCIA DE LA GLOBALIZACIÓN A ESTABLECER PATRONES LEGISLATIVOS SUPRANACIONALES, A LAS QUE ESTÁN SUJETAS ENTIDADES DIVERSAS, ESTÁ GENERANDO ESTADOS NUEVOS DE DERECHO EN DONDE LAS LEYES LOCALES SE SUBYUGAN A LAS LEYES INTERNACIONALES BAJO LAS CUALES SE RIGEN CORPORACIONES Y ACTIVISTAS DE GRANDES Y PODEROSAS POTENCIAS, QUE LUCHAN POR EL MONOPOLIO TERRITORIAL DE VASTOS SECTORES, ALGUNOS ADQUIRIDOS DE CORDILLERA A MAR Y EN ZONAS DE VALOR ESTRATÉGICO EN LAS FRONTERAS INTERIORES E INTERNACIONALES, POR MANOS DE GRUPOS EXTREMISTAS Y FANÁTICOS DE CORRIENTES AMBIENTALISTAS CON FUERTE INFLUENCIA POLÍTICA Y ECONÓMICA ¿Hacia un monopolio territorial "ecologista" en la Patagonia chilena? Autonomía contra soberanía: concepto rupturista del ecofundamentalismo Trabas a la regionalización y el desarrollo: la "limpieza étnica" en la zona "Informe de Iron Mountain": ecofundamentalismo como herramienta conspirativa La peligrosa y nefasta doctrina del "Ecoimperialismo" Un "pseudo ecologismo" más dañino y peligroso que el "antiecologismo" Ecología profunda: una idea noble con métodos abominables. Sus "principios" Listado de los magnates extranjeros que iniciaron la monopolización austral
El monopolio de un sector territorial específico en el patrimonio de un país, cualquiera sea, constituye uno de los mayores y más complejos peligros para la soberanía de la nación donde alojen, más aún si a ello se suma la tendencia al fomento de autonomía y la independencia administrativa de los mismos, pregonada por algunos grupos políticos autoidentificados con el "progresismo" y con nuevas "conciencias" sociales, equivalentes a una gama que va desde la doctrina social de la iglesia hasta la "conciencia de clase" asociadas antaño a grupos ideológicos que también respondieron, en su momento, a tendencias de moda en los círculos de deliberación y lucha por el poder. Peor acontece en el caso de los monopolios de territorios privados que colindan directamente con la frontera, situación que en Chile era controlada y regulada por una ley que impedía a los extranjeros, por ejemplo, adquirir tierras a menos de 10 kilómetros de la línea limítrofe, y que fue abolida por el nefasto Gobierno de Patricio Aylwin Azócar, precisamente cuando hacían su debut en el país los magnates ecologistas como Douglas Tompkins, compradores por excelencia de los vastos territorios del Sur de Chile, de cordillera a mar. Ejemplos de estos monopolios de territorio en manos internacionales, sin embargo, pueden encontrarse en todo el territorio, no sólo en la Patagonia austral. Tal es el caso de las adquisiciones de la ESO, organismo empresarial que recibió de Chile el generoso regalo de un monte entero en Atacama: Paranal, de 2.644 metros de altura y 72.000 hectáreas, al Sur de Antofagasta. Todo para cumplir con el capricho de que Chile tuviese "el telescopio más grande del mundo" (así se publicitó la idea) que se proyectaba instalar allí. Sin embargo, desencuentros con los dueños de la sucesión del monte (una familia descendiente de un veterano de la Guerra del Pacífico, para aumentar más aún el sacrilegio) culminaron en procesos judiciales y contiendas. La organización transnacional ESO se gobierna con leyes de autonomía y que no se relacionan con las legislaciones locales, lo que impidió, incluso, el ingreso de Carabineros y representantes del poder judicial a su propio territorio, como si este cerro fuese casi la embajada de una potencia extranjera. Sólo después de agrias disputas, la calma pudo retornar a Paranal. La negativa de Tompkins a cumplir con los acuerdos de 1997 suscritos entonces con el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle y sus representantes, especialmente en el punto de traspasar la administración del parque a una entidad nacional, es acaso uno de los hechos más sospechosos de esta virtual monopolización de amplios sectores del territorio chileno, y fue el detonante de la dura reacción contra el proyecto por parte de la Democracia Cristiana en el Congreso, entre junio y julio del 2001, representada principalmente por el propio ex Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, para entonces instalado como Senador Institucional y convertido en opositor del mismo magnate con el que La Moneda, bajo su mandato, había firmado el acuerdo político de 1997. Tanto Tompkins como sus emuladores, asociados y seguidores, consiguieron iniciar el trámite para que el monopolio territorial denominado "Parque Pumalín", fuese declarado Sanuario y"Reserva Internacional de la Biósfera". Esto significaría, como primer efecto, que todo el territorio quedaría bajo la administración de organismos internacionales y como objetos de derecho foráneo, exactamente lo mismo que ocurre en cerro Paranal y con la ESO, con lo que se confirma nuestra apreciación de que todo monopolio territorial en mano de administraciones extrañas al país que las cobija, tenderá de modo natural y característico hacia la autonomía y, en casos extremos, abiertamente a la secesión. Así se explica, por ejemplo, la negativa del magnate y de sus colaboradores, entre otras cosas, a aceptar la continuación de la Carretera Austral por el interior de su "fundo" en Pumalín , luego de conseguir del Gobierno de Ricardo Lagos el nefasto acuerdo Tompkins-Huenchumilla de fines del año 2003 para el reconocimiento de Santuario de la Naturaleza.
Suponiendo como ejemplo un caso de características terminales, digamos que ante un conflicto internacional, las leyes internas facultan la ocupación y disposición de territorios privados o parques nacionales. Sin embargo, en el concierto internacional, es absolutamente incierta la seguridad de que Chile pueda acceder militarmente por áreas como Pumalín, Corcovado y otras de su propio territorio en situaciones de emergencia para la defensa nacional, por encontrarse en posesión de manos extranjeras asociadas, a su vez, a proyectos de internacionalización con propósitos de conservación o ecologismo. Imaginar los organismo mundialistas arrojándose contra Chile por invadir una sagrada "reserva de la biosfera" o "santuario de la naturaleza" (aunque ésta se encuentre dentro de sus propios límites), no es tan difícil ni descabellado. Estamos de acuerdo en que no corresponde evaluar con tanta tragedia ni derrotismo un virtual problema generado desde la existencia de esta clase de monopolios, ni concentrarse exclusivamente en el ejemplo de un asunto bélico para comprender que existen eventuales situaciones en las que la necesidad de acceder en estado de urgencia a territorios privados y grandes áreas protegidas por manos particulares, podría verse dificultada, como por ejemplo, en el área productiva y de desarrollo. En este sentido, los juicios y las opiniones carentes de visiones estratégicas integrales resultan anodinos o incompletos. Al respecto, recordamos que la propia declaración de Tompkins en un cuestionario a la comisión investigadora del Congreso, presentado a mediados de los noventas, dice que el traspaso administrativo de Pumalín a una entidad chilena será efectuado con la incorporación de condicionantes y requerimientos "más detallados y específicos que la actual legislación sobre Santuario de la Naturaleza", en un claro intento por insistir en el acercamiento de los territorios a la categoría de reserva Internacional de la biósfera. El diario "El Mercurio" del día domingo 6 de mayo del 2001, en las páginas B5 y B6, publica los siguientes comentarios sobre Pumalín que parecen confirmar muchos de estos temores sobre el compromiso de la seguridad nacional ante el sentido rupturista y fracturador que prima en la conciencia de los ecologistas fanáticos y millonarios, lamentablemente aceptada por el Gobierno de Ricardo Lagos Escobar:
Otro grave problema surge de determinar la extensión real del territorio que le pertenece a magnates como Tompkins, ya que -como él mismo lo admite- ha sido su hábito el recurrir a terceros para comprar terrenos en los que se interesa, incluso a su mujer, Kristen McDevitt, también dirigente de una fundación propia. Esta clase de triquiñuelas quedaron claras cuando el magnate intentó comprar, en 1994, un predio perteneciente al Ejército, a través del ciudadano británico James Goldsmith, su amigo y correligionario de la Deep Ecology. El año 2000, un equipo de documentalistas del canal norteamericano de viajes y turismo "Travel & Adventures" visitó Parque Pumalín y entrevistó in situ al líder de la Ecología Profunda. En una relajada sesión, Tompkins declaró que las incursiones humanas dentro de su parque habían sido esporádicas, muy escasas y todas habían fracasado desde hacía años. De uno sólo golpe, medio siglo de colonización del territorio era simplemente hecho desaparecer en el sombrero del mago empresarial. Los documentalistas se retiraron, partiendo de vuelta a Puerto Montt y dejando la impresión a los auditores del documental, que "nada" había en Chile desde ese territorio hacia el Sur. Nada, salvo por supuesto, la infinita generosidad y desprendimiento del eco-filántropo de la Patagonia chilena.
La limitación del desarrollo zonal y la pobre influencia de la nación en aquellos fragmentos de territorio, son una verdadera catástrofe para todo programa de regionalización y descentralización, además del desperdicio de inversiones efectuadas con ese espíritu, como la construcción de caminos, vías de comunicación, escuelas y otras formas de infraestructura. Tanto Parque Pumalín como todos los territorios que han comprado los magnates fanáticos de la ecología, pretenderían estar regidos únicamente por factores biológicos y leyes naturales, lo que implícitamente involucra el alejamiento forzado de la presencia humana. Casi todos los colonos actuales de Palena constituyen la tercera o cuarta generación que habita los fundos correspondientes. Como en el caso de todos los pioneros de un territorio, ninguno de sus ancestros se vio en la necesidad de declarar títulos de dominio sobre un área rural que estaba prácticamente virgen y despoblada. Muchos de ellos continuaban en esta situación hasta que la llegada de compradores extranjeros como Douglas Tompkins o Jeremiah Henderson, obligó a estos colonos a sacar aceleradamente sus títulos y, los que no, fueron perseguidos y expulsados de la zona. Estas políticas de desplazamientos de seres humanos contra su voluntad tienen todas las características de políticas de "limpieza étnica", desde el momento en que se pretende mover por métodos inaceptables un grupo de habitantes de una comarca. Tal fue el caso del colono Atilio Ruiz Soto, quien con su mujer e hijos se trasladó, en febrero de 1989, hasta Caleta Gonzalo. En 1994 comenzó la gestión para legalizar su situación y fue cuando llegaron hasta él los representantes de Tompkins, con el objeto de convencerle de abandonar el territorio, como lo expresa un artículo de "El Mercurio" del 2 de julio 2001. En 1998 fue detenido por carabineros bajo la acusación de invadir "propiedad privada", tras lo cual abandonó su casa y partió hasta Chaitén. Hay casos bastante evidentes de esta "limpieza étnica", como el de isla Talcan, entre Castro y Chaitén y perteneciente al grupo de islas situadas frente a Chiloé Continental y al norte del Golfo Corcovado. En 1997, Tompkins quiso comprarla y enviar desde el continente a varios colonos asentados en la zona de su "fundo". Se recordará que, cuando Adolf Hitler propuso hacer lo mismo con los judíos concentrados dentro de los límites del Tercer Reich para reinstalarlos en la isla de Madagascar, la proposición fue considerada una monstruosidad y un abuso por la comunidad internacional, motivando un avance y bloqueo aliado sobre la isla. En el caso de Tompkins, en cambio, los "ecofilántropos" aplaudieron el proyecto y se lo intentó presentar como un gesto noble y humanitario hacia los colonos. El congelamiento de las posibilidades de desarrollo de la zona también encuentra su fundamento en prejuicios e intenciones oscuras más que en objetivos concretos de conservacionismo. El hecho de perseguir a la industria salmonera, por ejemplo, ha encontrado justificación en el supuesto (y nunca verificado de modo definitivo) de que la cría de salmones afecta negativamente el ecosistema, contaminándolo y alterándolo, algo que los propios salmoneros se han encargado de desmentir al hacer notar que es, precisamente, un ambiente limpio y saludable el que ellos necesitan para el éxito de la cría de peces. Otro caso es la negativa rotunda y obcecada contra la actividad forestal, en la que estos ecologistas extremos han planteado como única alternativa contra la depredación del bosque, sus posturas fundamentalistas en donde se parte con el axioma de que toda conservación pasa necesariamente por la exclusión de la presencia humana, algo derivado frecuentemente de la falta de conocimiento de muchos de estos activistas de la ecología, por su tendencia a mezclar argumentos científicos con emotividades, sensiblerías y reacciones viscerales no siempre bien respaldadas. Más evidente resulta el interés del magnate por comprar el fundo Valle Chacabuco, a partir de mayo de 2004, área carente de todo valor forestal como los demás terrenos de Pumalín, pero que, sin embargo, tiene una gran valor importancia económica para Cochrane, dada la actividad ganadera que allí se realiza. Esta compra, por lo tanto, sólo es explicable por el interés del magnate por no permitir la existencia de focos de desarrollo económico en la zona de Chiloé Continental.
En años recientes, se ha popularizado una propuesta internacional denominada "Proyecto Gondwana", que tendría por objetivo la creación de un parque mundial austral, al Sur del paralelo 40 del hemisferio meridional. Mientras en Chile los ambientalistas aseguraron en una de sus reuniones en Pucón, en 1999, que la idea del proyecto es de la escritora y ecologista Malú Sierra, en la Argentina se atribuye la misma, desde el encuentro de El Bolsón de abril de 2001, al dirigente ambientalista chubutense Lucas Chiappe. Lo cierto es que el verdadero origen del ahora llamado "Proyecto Gondwana" está en el calco de un plan norteamericano surgido en los sesentas, como un intento de frenar la caza indiscriminada de ballenas a través de la creación de un área marítima protegida al sur del paralelo 40, precisamente por ser esa zona de alta población de ballenas y lejana a los países depredadores de cetáceos, como Japón, Rusia y Noruega. Empero, quizás el asunto del "Proyecto Gondwana" y sus vínculos con idearios activistas de origen norteamericano no sea casual. Un curioso y controvertido documento conocido como "Informe de Iron Mountain (Sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz)" fue filtrado en 1966 desde el Instituto Hudson, de los Estados Unidos. Según se creía, había sido creado por un grupo de académicos y expertos en el más completo secreto, a pedido del entonces Secretario de Defensa del Presidente Lyndon A. Johnson, Mr. Robert S. McNamara. Por las características del documento y por haber aparecido publicado un año después de su supuesta producción "ultra confidencial", muchos creen con buenos argumentos que se trata de una falsificación y de un texto apócrifo, creado probablemente por alumnos universitarios relacionados con algún movimiento político. Sin embargo, sus pasajes sorprenden al lector con una completa exposición en las que se dejan establecido lo que parece ser la verdadera razón de origen estratégico y político de los proyectos ecológicos y pacifistas internacionales, todos originados precisamente durante los años más intervencionistas de toda la historia de EE.UU. El documento incluso adelanta algunos conceptos muy actuales que difícilmente hubiesen podido estar claros en el análisis político de aquellos años. Sirvan de ejemplo los siguientes extractos:
El grueso contenido del "Informe de Iron Mountain" nos lleva a preguntar si habrá realmente un fundamento conspirativo tras el declarado fanatismo del ecofundamentalismo de las tantas ONG que han aparecido en los últimos años, provistas siempre del arma del dinero, poniendo también en duda la veracidad de los sentimientos ambientalistas que animarían a los grandes dirigentes y millonarios de estos movimientos ecologistas. Aunque todo depende de la autenticidad que tenga o no el documento, no puede negarse que sus aseveraciones parecen encajar perfectamente con los espacios vacíos dentro del rompecabezas del actuar del cartel verde en el escenario global de nuestros días. Al respecto, y sólo a modo de comentario para reafirmar el carácter poco sincero del ecofundamentalismo según lo describe el informe, vale recordar que en 1997 Tompkins fue acusado por la CONAF de derribar bosque nativo para construir pistas de aterrizaje en sus territorios, especialmente en Tic-Toc, y en junio de 2001, el periodista Alipio Vera, con un equipo reportero de Canal 13, comprobó gráficamente la existencia de una barraca de alerce en el sector de Vodudahue y la presencia de rejas hechas con madera de bosque nativo protegido dentro de Pumalín, situaciones que creemos imposibles de concebir dentro de la administración de un parque con las características radicales de conservacionismo supuestamente defendidas por su dueño.
La respuesta a las dudas y suspicacias suscitadas por el "Informe de Iron Mountain" quizás nos la dé un libro real, contemporáneo y sin ninguna duda sobre su autenticidad: "Eco Imperialismo. Poder Verde, Peste Negra" (2003), del autor Paul K. Driessen, conocido académico de la Atlas Economic Research Foundation de los Estados Unidos y miembro retirado de organizaciones ecofanáticas como el Sierra Club y Zero Population Growth, las que hoy le consideran un traidor a la causa. En la obra, el escritor denuncia la verdadera tiranía e inconciencia del fundamentalismo ambientalista, especialmente hacia la vida humana y los países tercermundistas. Dice el autor que la necesidad de transparentar y responsabilizar "corporativamente" a las grandes compañías internacionales que son objeto de continuos ataques por parte de las organizaciones ambientalistas y activistas del mundo, también debiese ser exigida con el mismo rigor para estas mismas agrupaciones, como The Nature Conservancy, NRDC, Greenpeace, Friends of the Earth, Amnesty International, entre otras. Driessen alega que, por el contrario, ellas se han incorporado a una doctrina radical de la responsabilidad social corporativa exigida al interés de otros, muy difundida como hemos visto, por ejemplo, en los documentales del famoso cineasta norteamericano Michael Moore (muchas veces a fuerza de adulteraciones y falsificaciones documentales), que define como "participación de grupos de interés, desarrollo sostenido, principio preventivo y una visión particularmente sombría del mundo". En síntesis, en esta visión de la "responsabilidad social corporativa" se trata de buscar alcances por asuntos primordiales pero entre los asuntos derivativos, intentando identificar en una organización o una estructura dichas responsabilidades colaterales e indirectas: el mecánico de un taller de vehículos es tan culpable como el gerente de la General Motors por la polución ambiental; el armero que ensambla revólveres en una maestranza es tan responsable como el delincuente que usa esa arma para asesinar a una víctima; etc. Moore, por ejemplo, define a la popular bebida gaseosa "Fanta" como un "refresco nazi", pues había sido creada por la Coca-Cola Co. para comercializarlo en Alemania en plena época del bloqueo contra el Tercer Reich. Un caso ilustrativo es el que se presenta sobre la visión de los recursos en relación a este enfoque oscurantista de las responsabilidades corporativas, y que aloja generalmente en la conciencia de los fanáticos ambientalistas. Driessen lo describe así:
Esta singular visión supone necesario un control centralizado de la tierra y del uso de la energía dentro de un territorio, así también de la regulación de la producción económica, del consumo, de la capacidad de los mercados, de la fuerza laboral y, en general, una planificación socialista bastante dogmática y categórica, por lo que no es de extrañar su oposición al libre mercado y a la generación de riqueza por manos de grandes compañías (recordar atentados a cadenas internacionales de hamburguesas, bancos y otros). Como es de esperar, sin embargo, los sectores pobres o socialmente marginados son los que pagan más caro la aplicación de estas políticas de responsabilidad social corporativa. El mismo caso en que se encuentran los colonos de Pumalín, como se sabe. Al respecto, resulta curioso que el campo de acción política preferido de los ecofundamentalistas sea, precisamente, el Tercer Mundo, los países pobres y en vías de desarrollo, los más dependientes de los recursos naturales que proporciona su territorio. En cambio, con las grandes potencias del hemisferio norte prácticamente no se meten, prefiriendo el enfrentamiento con compañías o cadenas corporativas que tengan sede en ellas, por vías del activismo. La consecuencia es que la aplicación de estos criterios va marginando dentro de cada país sus propias posibilidades de desarrollo, como también sucede en Palena, con Parque Pumalín, al privar al resto de territorio de la capacidad hidroeléctrica particularmente valiosa de la zona, para un país escaso en fuentes energéticas como es Chile. Lo mismo se observa en la millonaria campaña de empresarios verdes contra la instalación de centrales hidroeléctricas en Aysén, titulada ostentosamente "Patagonia chilena sin represas". Un caso sorprendente lo apunta también el propio Driessen, al recordar la hambruna que afectó a 2.5 millones de habitantes en Zambia. Estados Unidos intentó enviar ayuda humanitaria consistente en 26.000 toneladas de maíz, que hubiesen sido la salvación de varias familias. Sin embargo, una violenta presión internacional comenzó a ser ejercida sobre el Presidente Levy Mwanawasa para que rechazara la ayuda "yanki", bajo el pretexto de que, al corresponder parte de la carga a granos transgénicos, eran peligrosos para la población. La Unión Europea, Greenpeace y los "extremistas verdes" de Europa colaboraron en esta campaña. Finalmente, Mwanawasa dejó los embarques acumulados en las bodegas (que la población desesperada incluso trató de asaltar) y declaró con ignorancia:
Nuevamente, ganaban los ecofanatismos... Y con ello también el hambre y la muerte. Casos parecidos han ocurrido en Uganda, Sudán y Egipto, donde el único escudo contra el mosquito transmisor de la malaria podría ser el DDT, por su bajo costo y su efectividad. Conocidos los daños que provoca el pesticida, existen desde hace años normas que podrían permitir el uso de éste de manera controlada y supervisada para casos de emergencia como en esos territorios, pero la presión de los grupos ecologistas internacionales contra el DDT ha resultado mayor e insuperable. En consecuencia, datos de la Organización Mundial de la Salud demostrarían que el año 2000 la malaria infectó a más de 300 millones de personas, matando a unas 2.000.000 de ellas, la mayoría habitantes de las regiones ubicadas al Sur del Sahara. Más de la mitad de ellos eran niños, a un escalofriante ritmo de muerte de dos por minuto (3.000 por día). Se recordará, por ejemplo, la campaña ecologista contra la Exxon Mobil, en los Estados Unidos, para exigir de la compañía actitudes precautorias contra el calentamiento global. La operación incluía teatro callejero, cartas públicas, presiones mediáticas y actos al estilo de las "funas" que se han popularizado en Chile. La monserga de los derechos humanos y las acusaciones apasionadas tampoco estuvieron ausentes. El punto es que, más allá de la legitimidad del reclamo de los activistas, quien en realidad coordinaba todos estos eventos era la Fundación de Texas para la Educación de Energía y Medio Ambiente (FTEEM), organismo que, a cambio, recibe buenas sumas de dólares desde la Energy Foundation, conglomerado conformado por la Fundación Rockefeller, Pew Charitable Trusts, Fundación John D. y Catherine T. MacArthur, Fundación Packard, Fundación Hewlett, la fundación McKnight y Fundación Joyce Mertz-Gilmore. Nada de extrañar es esta información para quienes saben que, en el caso chileno, Douglas Tompkins y los ecologistas profundos también están asociados a la Fundación Rockefeller y sus empresas reciben en los Estados Unidos ciertas facilidades tributarias como premio a sus "actividades ecológicas".
Otro hecho inquietante es que los grupos de fundamentalistas ecológicos, basados a su vez en dogmas de origen pseudo científico y escasamente empírico, a pesar de su tendencia declarada a la corriente "antiglobalista" (propia de los grupos de resistencias "alternativas", pero también antinacionalista y enemiga de las fronteras patrias) tienen una desafortunada tendencia a interferir o inmiscuirse directamente en asuntos de naturaleza política y territorial de otras naciones. Esto puede ir desde propuestas como la de declarar la Antártica territorio mundial sin ninguna clase de soberanía, hasta intervenciones de facto en los procesos sociales y políticos internos de un país. Ya se vio algo, por ejemplo, en las protestas de comunidades "indígenas" en el Sur de Chile, en donde han sido detectados incluso algunos ecologistas extranjeros metidos en las revueltas y oscuramente introducidos en el país, y en otras escaramuzas citadinas, donde han sido capturados piqueteros "verdes" argentinos protagonizando desmanes en la capital. Al respecto, la campaña "indigenista" que logró frenar en Chile el proyecto energético de Alto Biobío -que originalmente contemplaba la creación de cuatro diques hidroeléctricos a parte de Ralco- es la misma que esta clase de grupos ecologistas fundamentalistas símiles a sus imitadores chilenos, han realizado en todo el resto del mundo, reacios a la instalación de energía obtenida de recursos hídricos o de plantas nucleares. Cabe advertir que el diario "La Segunda" del viernes 20 de abril de 1999 publicó en su página 24, un interesante reportaje demostrando que existiría una gran relación entre el alzamiento de los mapuches que buscan directamente la fundación de un nuevo Estado en la Araucanía, con financiamientos provenientes desde Vancouver, Canadá. Otros tantos provendrían también desde España. Aunque el reportaje no lo menciona, muchos de estos contactos son de corte ecologista y secesionista, interesado en despertar en toda América fenómenos de emancipación indígena como los observados en Chiapas. Tal es el caso del proyecto de Planta Hidroeléctrica de Gujarat, en la India, que iba a dar electricidad a cerca de 5.000 villas y que también terminó detenido cuando ecoactivistas internacionales presionaron a las agencias crediticias para que retiraran el apoyo financiero del plan. La excusa no fue sólo el sentimentalismo análogo a los "indigenismos" vistos en el proyecto de Alto Biobío en Chile, en este caso señalándose que se "desarraigaría" a los habitantes ribereños del Guajarat, sino que se alegó también que el curso del río sería alterado y mataría la fauna que vive en los costados del caudal. Driessen agrega que el proyecto incluía un tratamiento de aguas para irrigación y consumo, que la habría puesto disponible para 35 millones de personas. En relación a esto mismo, cabe advertir que los peores enemigos de primera instancia para la energía limpia y no contaminante han sido siempre los pseudo ecologistas y no exactamente las grandes compañías transnacionales (con frecuencia, ávidas de desarrollar proyectos "alternativos" paralelos para guardar apariencias y mejorar publicitariamente sus alicaídas imágenes públicas), contrariamente a lo que intentan sostener los fanáticos verdes en sus campañas contra la energía de combustibles fósiles. El patrón de comportamiento de estos grupos frente a toda clase de proyectos de energía no combustible es prácticamente siempre el mismo, motivado, por supuesto, desde organizaciones extranjeras que se escudan tras estos clubes de agitación en los respectivos países donde operen:
Sobre la negativa generalizada de los ecologistas a la presencia de plantas de energía nuclear (que en Chile resultarían quizás una salvación al problema del desabastecimiento energético), vale recordar que magnates ecologistas establecidos en el país, como el propio Tompkins, mantienen estrechos vínculos con activistas tan singulares como el norteamericano David Foreman, que en los años 80's fue acusado de intentar colocar un aparato explosivo en una planta nuclear. Las actividades de Foreman, según fuentes norteamericanas, fueron financiadas desde 1996 por Tompkins, a través de su esposa. Foreman era el fundador de organizaciones fundamentalistas (y varias veces violentistas) como Sierra Club y ¡Tierra Primero!. Vemos que el discurso pseudo científico que muchas veces reina en los manifiestos y panfletos del fundamentalismo verde, especialmente cuando apuntan sus cañones contra el fenómeno del calentamiento global, generalmente con ambiciones políticas de fondo. Uno de sus principales promotores, Al Gore, por ejemplo, pasó por Chile durante el año 2007 usando la ecología para sus pretensiones políticas en Washington. Muy convencido, también declaró con gran propiedad ante el panel de de científicos IPCC, que el mar iba a subir siete metros en los próximos años, producto del calentamiento planetario. Sin embargo, el propio IPCC lo ha desmentido, demostrando que el mar podría subir de 18 a 89 centímetros a lo sumo (A. L. Covarrubias, Instituto Libertad y Desarrollo, "La Segunda"). No es la única oposición que tiene Gore y su séquito de creyentes, por supuesto: el profesor de meteorología del MIT, Richard Lindzen, también negó en "News-week" que la tierra viva una crisis climática como la descrita por los apóstoles fundamentalistas del calentamiento global, restándole validez científica a sus afirmaciones. Y aunque en Chile Gore fue aplaudido y ovacionado por su apocalíptica exposición, todos parecen olvidar que en fatídico terremoto del 3 de marzo de 1985, el mar en la costa central había subido más de un metro sin causar ninguno de los cataclismos que Gore anunciaba (H. Pérez de Arce, columna de opinión de "El Mercurio" del 9 de mayo de 2007).
Las dificultades de Tompkins y otros ecofilántropos con los colonos, como vemos, no son casuales. El fundamentalismo ecologista viene proponiendo desde hace muchos años la baja poblacional y el freno a la intervención humana en la naturaleza, algo contemplado en las propias bases de la Ecología Profunda, movimiento liderado por Tompkins. El principio N° 5 de las ocho leyes de conciencia del Movimiento, dice:
La Ecología Profunda nació hacia los años setenta en Noruega como parte del fenómeno hippie, cuando el eco-filósofo y montañista Arne Naess concluye en que la única manera de terminar con la intervención negativa del hombre con la naturaleza es, sencillamente, evitando todo tipo de intervención. Naess se inscribe entre los escritores influyentes del movimiento de la época, junto a Timothy Leary, Henry Thoreau, Aldus Huxley y otros, inspirados en el orientalismo y el pacifismo new age. A pesar de considerar al hombre como "parte de ella", su ideología intenta trasladar las bondades del pensamiento democrático a las de algo tan distinto como la naturaleza, poniendo al ser humano en una categoría en donde no estará jamás en contra ni por sobre ella. La promoción del aborto es una de las acusaciones que más frecuentemente cae sobre sus militantes. Hablamos de un "fascismo ecológico", por decirlo de algún modo, en donde la Naturaleza es el Estado. Curioso es, sin embardo, que los defensores de esta tendencia rara vez se declaran tales: en Chile, ni los más acérrimos defensores del magnate de la Ecología Profunda, como la renunciada ex-directora de la CONAMA y gran receptora de aportes en dinero de Tompkis, doña Adriana Hoffmann, declaran sentirse afiliados a dicha corriente. El problema de los fundamentalismos ecológicos es, sin embargo, que no han llegado a conseguir grandes logros para sus causas y sus propuestas suelen terminar comprendidos como utopías imposibles, reducidos únicamente a la protesta, la conspiración y la intriga. La pérdida de protagonismo del simpatizante Al Gore en la arena política norteamericana, ha constituido para ellos uno de esos graves retrocesos de los últimos años. Es por esta razón que han recurrido a recursos extremos, como atentados terroristas y hasta asesinatos con cartas bombas en casos terminales. El despoblamiento y los problemas con los colonos, aunque carecen de la violencia manifiesta de un acto terrorista, son producto de las mismas concepciones fundamentalistas que han abordado a un grupo de fanáticos en franca retirada, pero cada vez más decididos a la imposición de su ecología "a toda costa" y, por lo tanto, más peligrosos e insistentes. Debemos tener el claro que se trata con personajes involucrados con un sueño imposible, con un propósito utópico pero cuyo fracaso no es admisible, y con un movimiento cuyo objetivo de conciencia es arrastrar a las naciones hacia estados inferiores de desarrollo, en donde el ser humano en sí es un problema, una amenaza, y lo es, por lo tanto, toda forma de intervención u organización humana, por lo que necesariamente se pasa por sobre el reconocimiento de las naciones, de los derechos soberanos y de los límites territoriales. Dicho de otro modo: una muy buena idea, como es la preservación del bosque nativo, pero llevada de una mala aborrecible y condenable, a través de la intolerancia, el desprecio por la presencia humana, la falta de respeto a los acuerdos y las necesidades nacionales, además de las fundadas sospechas que no dejan de generar suspicacias sobre la verdadera naturaleza de proyectos de protección ecológica en los territorios comprados por magnates como Schidlowsky, Klein y Tompkins. Las siguientes, son las "leyes de conciencia" enumeradas por el fundador de la Deep Ecology, Arne Naess: 1.- "El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana en la Tierra tienen valor en sí mismos. Estos valores son independientes de la utilidad del mundo no humano para los objetivos humanos". (Esta es la base del pensamiento de la Deep Ecology, al considerar que las leyes biológicas se anteponen a las humanas).
La lista es sólo de los principales magnates que han comprando amplios sectores del territorio chileno de la Patagonia. Nótese que la mayoría de ellos están presentes en Chile realizando sus polémicas compras por motivaciones presuntamente "ecologistas", además de ser -en prácticamente todos los casos- altos dirigentes de multimillonarias organizaciones internacionales de Estados Unidos o Europa. Hay una serie de empresarios acaudalados que han adquirido grandes extensiones de territorio en las mismas zonas señalas y en las islas australes, pero hemos querido representar aquí a los más importantes de ellos. Se han omitido también las compras masivas de territorio austral por parte de empresarios de origen chileno, como Sebastián Piñera Echeñique, Mario Kreutzberger Rumsfeld o Luis Smok, limitándonos sólo a los magnates internacionales.
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