| EL TRATADO MINERO HA SIDO LA PIEDRA FILOSOFAL DEL ENTREGUISMO MÁS ÍNTIMAMENTE COMPROMETIDO CON LOS MONSTRUOSOS INTERESES DE LAS MILLONARIAS TRANSNACIONALES SIN BANDERA... SU "PÍLDORA DEL DIA DESPUÉS" CONTRA EL FANTASMA DE LAS MALAS RELACIONES CON ARGENTINA, OBSESIONADO CON DAR UNA AYUDA AL PAÍS PLATENSE PARA PALIAR SU HECATOMBE ECONÓMICA, PERO AL ALERO DE GRANDES CORPORACIONES MINERAS EXTRANJERAS Y A COSTA DE LA FRÁGIL SITUACIÓN FINANCIERA CHILENA, CON EL CLARO RIESGO DE DESTRUIR SU ACTIVIDAD MINERA HISTÓRICA, ESPECIALMENTE EN EL RUBRO DEL COBRE, YA BASTANTE GOLPEADO POR LA EXPLOTACIÓN MASIVA Y PRÁCTICAMENTE LIBERADA QUE REALIZAR MULTIMILLONARIOS CONSORCIOS EXTRANJEROS, GRACIAS A LAS IRRESPONSABLES POLÍTICAS CUPRÍFERAS INICIADAS CON LOS GOBIERNOS DE LA CONCERTACIÓN. *******************************************
En marzo de 1990, los diecisiete años de Gobierno Militar -o Dictadura, si así que quiere- llegaban a su fin al asumir el Presidente Patricio Aylwin Azócar, un demócrata cristiano de vieja guardia, formado en la crema agria de las ideas pseudo americanistas e integracionistas de añejo cuño pero que, lamentablemente, interpretaban a gran parte de la Concertación de Partidos por la Democracia que con él pasaban a ser Gobierno. Como era de esperar, la administración inició de inmediato una fuerte campaña internacional para presentarse a los ojos del mundo como un régimen abierto, receptivo, integrador, lejos del militarismo, de los nacionalismos o de los golpismos que estigmatizaron a su predecesor, a pesar de que el que Aylwin no había tenido pelos en la lengua para apoyar el alzamiento militar del 11 de septiembre, cuando aún no desaparecían los humos de pólvora de 1973. Como premio a su bajada de candidatura presidencial en favor suyo, éste colocó en su Cancillería al militante radical Enrique Silva Cimma, conocido dirigente político pero abogado de muy poco brillo, con un modesto desempeño como profesor de derecho en la Universidad Central y contagiado de todas las peroratas integracionistas que comenzarían a oírse con insistencia. De esta manera, reapareció en Chile la casta del entreguismo compulsivo, liderada especialmente por políticos que formaron parte de los llamados "retornados", es decir, personajes muy ignorantes de la realidad del país pero que, sin embargo, habían formado la mayor parte de su vida madura en el exilio, generalmente en grandes potencias del mundo, donde presenciaron procesos de intercambio e integración bastante acordes a las realidades culturales de esas naciones, y que llegaron desesperados por copiar en Chile -una vez instalados convenientemente en importantes cargos públicos llenos de privilegios y consideraciones- con experimentos fraternos que cualquier otro chileno al tanto de la realidad vecinal habría sabido anticipar con resultados desastrosos. En 1991, Aylwin y su homólogo peronista argentino, Carlos Saúl Menem, firmarán la nefasta Declaración Aylwin-Menem, una vulgar treta para revisar las fronteras de ambos países saltándose las respectivas constituciones en un marco de falsa legalidad. A partir de ese momento, tres serían los grandes favores que los entreguistas de los sucesivos Gobiernos de la Concertación y sus aliados del Congreso (donde se cuentan también argentinistas entre sus opositores) darían a la República de la Argentina en su afán por motivar las buenas relaciones comerciales y de pagar deudas políticas o individuales. Corresponden, además, a hechos más conectados entre sí de lo que podría parecer en una primera lectura:
Entre los mayores caprichos del los "integracionistas" estaba este tercer punto, es decir, el obsesivo deseo de dar curso al Tratado Minero Chileno-Argentino: un plan de cooperación entre ambos países para la explotación de yacimientos en las zonas cordilleranas limítrofes, que no resiste ninguna evaluación crítica dados los tremendos problemas que acarrearía a la economía, al medioambiente pero que, sin embargo, fue propuesto, defendido, aprobado y venerado por varios representantes de nuestra ilustre clase política, presas de un extraño servilismo hacia la nación trasandina y hacia las transnacionales que, lamentablemente, no ha sido excepcional en los últimos años. Veamos de qué se trata. La idea concreta del aludido tratado nació de un convenio de cooperación para incentivar la inversión extranjera en la minería, firmado por los Presidentes Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Carlos S. Menem en 1997, pero que debió ser paralizado con las abruptas caídas del precio del cobre a partir del año siguiente. Sin embargo, Frei Ruiz-Tagle insistió en la necesidad de reactivar el proyecto y, coincidiendo con el cambio de gobierno y su entrada al Congreso Nacional como Senador designado, no dio tregua a este afán, contando con una gran cantidad de aliados entre los políticos de todo el espectro. Hoy sabemos, además, que un importante grupo empresarial minero internacional que ya se encontraba operando entonces en Chile, actuaba ejerciendo un intenso lobby para lograr la aprobación del tratado, vital para sus pretensiones en un ambicioso proyecto de extracción de oro, plata y cobre en la cordillera de la IV Región de Chile, del que hablaremos más abajo. El proyecto establecía una relación programada entre Chile y Argentina para faenas mineras de las zonas de la cordillera de los Andes. La excusa fundacional es, supuestamente, crear nuevas fuentes de trabajo para el rubro minero, que se encuentra afectado por una difícil situación desde hace varios años. Esta afirmación, sin embargo, es sumamente discutible, y adolece de varios errores que procederemos a señalar.
En su elocuente trabajo puesto a conocimiento de los legisladores, "Efectos de la Integración Minera Vecinal en la Seguridad Nacional" (diciembre 1997), el Mayor General Alejandro Medina Lois señala como voz versada:
La opinión del erudito militar se vería reflejada, posteriormente, en el evidente el clima de expectación que existía en los círculos gubernamentales de la Argentina para con la aprobación del nefasto tratado. Al respecto, el científico chileno residente en New York, Doctor Francisco Javier Duarte, quien es también Director de la agrupación patriótica Chilenos por Campo de Hielo Sur, ha escrito:
Adelantando un resumen de lo que significa políticamente y económicamente para Chile este Tratado Minero, y en el orden que usaremos para analizarlo punto por punto a lo largo de este artículo, podemos sintetizar la cuestión del mismo en las siguientes observaciones:
Cabe advertir al margen de todos estos argumentos críticos de carácter técnico que, a pesar de los alcances ambientales que el tratado tendría sobre los ecosistemas de la alta cordillera andina, prácticamente todos los grupos ecologistas de Chile mantuvieron un silencio cómplice durante el período de tramitación del proyecto, cuadrándose obedientemente con las intenciones del Gobierno a pesar de las críticas que sólo en forma muy posterior han comenzado a oírse de parte de estos grupos. Haremos caudal de tan insólita situación más abajo.
La verdad es que no está claro cuál es el beneficio chileno de esta complementación, y, de hecho, todo parece indicar que podría en peligro la precaria estabilidad del sector minero nacional en favor de Argentina, influyendo más aún en la baja del precio de los metales. Esto no ha sido traba para que importantes autoridades chilenas, como la propia Ministra de RR.EE de entonces y posterior "presidenciable", Soledad Alvear, haya concurrido personalmente a las cámaras del Senado (Minería y RR.EE) a apoyar la aprobación del fatal tratado, en compañía de la Directora de Fronteras y Límites, doña María Teresa Infante, en circunstancias de que la propia señora Alvear había asegurado que la integración minera fronteriza contemplada en el acuerdo no involucraría temas que pudiesen afectar los límites de ambas naciones. Como hemos dicho, se está buscando fomentar la extracción minera precisamente en momentos en que hay sobreproducción de cobre y un grave decrecimiento de exportaciones de productos mineros al extranjero. Producir más cuando se vende poco es, obviamente, un suicidio comercial. Para demostrarlo, ofrecemos un cuadro con la evolución la cotización de la libra de cobre, desde el año 1995 a 2003, es decir, hasta antes del repunte de 2004 (con 5.494 toneladas de producción y una cotización por libra de 1.30 dólares), comparadas con las cifras de la cotización anual del cobre con los volúmenes de producción y venta registrados en similares períodos:
Vemos, por ejemplo, que en el período de 1995 a 1996, el valor de las exportaciones chilenas disminuyó considerablemente, de 6.487 a 6.029 dólares, a pesar de que las toneladas exportadas aumentan en 543 mil. El precio de cotización no sólo cae de 1.33 a 1.20 dólares, sino que comienza a descender por varios años. Simultáneamente, el valor global en dólares anuales baja de 6.487 a 6.029. Cabe preguntarse, entonces: ¿No habrán parcialidades o arbitrariedades los mecanismos de medición de la prosperidad del negocio, tal vez por cuestiones políticas?. Todo este gran aumento de la producción que saltó de 2.488 toneladas métricas a 3.116, desaparece de los cálculos de utilidad, como si hubiese sido regalado. Considérese que el cobre perdido equivale a 1,6 veces la producción de una mina tal como El Teniente o al 86% de la de Chuquicamata. Nótese también que si las exportaciones de 1997 (3.297 toneladas) superan en un 36,7% a las de 1995 (2.411 toneladas), los ingresos a penas suben un 2,5%, y la cotización cae a 1.03 dólares por libra. Comprobando que esto se relaciona directamente con la sobreexplotación del producto, para el año 1998 las cifras exportadas subieron al 48,3% (con 3.575 toneladas), pero el valor de las exportaciones cayó en un 20% y la cotización promedió los 0,75 dólares por libra. El Informe Económico y Financiero del Banco Central de abril del 2000 asegura que las exportaciones de cobre habrían sido de 441,7 millones de dólares, es decir, un 12% menos de lo que se exportaba en igual fecha del año 1999, cuando el nivel de exportación ya era considerado entonces muy bajo. Esto significa que la demanda de cobre chileno había bajado progresivamente con relación a fechas recientes, a un peligroso ritmo decreciente, temiéndose entonces que pudiese caer incluso a US$ 0.50, o menos, en un plazo relativamente breve de tiempo venidero. Todo esto sucedía mientras se discutía el Tratado Minero en las Cámaras. Al respecto, en un artículo del economista de la Universidad de Chile, Orlando Caputo, titulado "Renta minera en la ciencia económica y distorsión del mercado mundial", dice:
Los entreguistas defensores del proyecto prometieron generar 20.000 empleos una vez que se diera curso a este disparate "integracionista" del año 2000, tal vez cegados por el leve repunte de la cotización a 0.82 dólares por libras. Lo curioso es que precisamente a partir del año siguiente, las propias empresas decidieron moderar la explotación del cobre y CODELCO también incorporó un stock regulador, permitiendo que el precio de cotización por libra de cobre se recuperara a 1.30 dólares durante el año 2004 y registrara en diciembre un 138% de alza con respecto a mismo mes del año anterior y a un 91% con referencia al promedio anual, equivalente a unos 1.612 millones de dólares. Es decir: se tuvo éxito haciendo exactamente lo contrario de lo que recomienda el Tratado Minero. Aun cuando la cifra de cotización del 2004 seguía debajo de los 1.33 dólares de 1995, pone en evidencia que no existen urgencias o necesidades de ninguna naturaleza para aumentar la producción de cobre. Y dado el desequilibrio que existe actualmente entre la situación económica general de ambos países, con Argentina en niveles de cesantía que han llegado al 20% (equivalente a más del doble de mal que Chile), es casi seguro que los argentinos presionarán por llenar con sus hombres esos supuestos 20.000 cupos de trabajo, generados por la actividad minera relacionada con la materialización de este tratado. Nuestros camaradas de Chilenos por Campo de Hielo Sur y el Doctor F. J. Duarte han hecho notar en cartas públicas ("La Tercera en Internet", sección dedicada a Campo de Hielo Sur) los siguientes gravísimos inconvenientes con relación al fatídico tratado: "Realidad numero uno: el precio del cobre está en un nivel históricamente bajo... Realidad numero dos: la industria del cobre ha causado y continúa causando graves daños ecológicos. "La Tercera" (26/07/99) denuncia el riesgo y la amenaza a habitantes de Calama por el transporte de materiales tóxicos derivados de la industria cuprífera. "La Tercera" (05/08/99) informa sobre la contaminación de agua proveniente del mineral El Teniente. La Universidad Católica de Valparaíso ha detectado cromo, manganeso, hierro, cobre, y cobalto en la fauna del Lago Rapel." Aunque la participación chilena no tiene el impacto internacional que tiene el cobre, las cifras de precios y los volúmenes de producción y venta del oro y la plata también sugieren inapropiada una nueva ola de producción derivada del tratado:
En definitiva, NO HAY NINGÚN BENEFICIO CLARO QUE PUEDA APORTAR EL TRATADO MINERO A CHILE. A costa de la salud económica y ambiental de Chile.
Si la libra de cobre llegó a caer a los U$ 0,70 durante el 2002 y si la onza de oro, a penas llegaba a U$ 280 cuando era aprobado el tratado, ¿Quién podría salir beneficiado si se aumenta la actividad extractiva, si salta a la vista que la parte chilena no?... He aquí los principales receptores de esta sagrada agua bendita entreguista:
Otra vez queda al descubierto una de las motivaciones principales y reales del entreguismo: el beneficio personal. Los únicos premiados serán los acaudalados inversionistas de la empresa minera y la Argentina. Vale advertir, además, que importantes grupos económicos ligados a los proyectos de explotación minera que tendrán lugar con el tratado, están vinculados a importantes políticos de ambos países, tanto entre los que son gobierno como en la oposición. El economista Julián Alcayaga, presidente del Comité de Defensa y Recuperación del Cobre, declararía sobre esto unos años más tarde en una entrevista para el diario "El Mercurio de Valparaíso" (27 de mayo de 2005):
El controvertido ex-embajador de Argentina en Chile, Oscar Spinoza Melo, en su obra "Los Hielos Continentales: Entrega de Territorio Nacional a Cambio de un Gran Negocio" (Buenos Aires, 1997), en las pág. 22 y 23, escribe pretendiendo endosar al supuesto "expansionismo chileno" la responsabilidad de este peligroso proyecto, pero reconociendo las ambiciones argentinas que involucra:
Cuando en otro de los graves desaciertos de la Cancillería chilena se condicionó el asunto de la aprobación del Tratado Minero a la solución del asunto de Campo de Hielo Sur, en Argentina las voces de desesperación por que se aprobara el tratado no se hicieron esperar, acompañadas de calientes protestas, en algunos casos. El diario "Página 12", de Buenos Aires, Argentina, 17 de diciembre de 1998, hace una tremenda confesión al respecto. Nótese el interés obsesivo por el avance del tratado y la importancia exclusivamente financiera del mismo. Adviértase además, que el discurso "integracionista" con se reviste este tratado es exclusivamente de las autoridades chilenas, no así las argentinas: "CHILE Y ARGENTINA RATIFICARAN UN TRATADO MINERO
Del texto de Tratado se deduce, además, que Chile crearía un innecesario competidor en la actividad minera con Argentina. Sin embargo, se usará tecnología, experiencia de trabajo y mano de obra chilena a cambio de absolutamente ningún beneficio, y más encima, ¡para competir contra el propio país!. A ello se suma que Chile deberá pagar el costo ecológico de la actividad minera, con la posibilidad de que el daño medioambiental, derivado principalmente del uso del recurso hídrico sea catastrófico para las zonas cordilleranas afectadas, según veremos.
¿Qué clase de locura pudo motivar esta crónica de un suicidio anunciado? Nótese que el tratado será, además, una pésima señal de estabilidad hacia el mercado internacional de parte de Chile, lo que hará más difícil la restitución de buenos precios de venta para el metal. Imaginar que vuelva a ocurrir lo sucedido al ocaso de las salitreras atacameñas y más recientemente en Lota en 1997, pero esta vez en minerales enormes como Chuquicamata o El Teniente, es algo que eriza los pelos. Chile no sólo está asumiendo TODOS los riesgos económicos de esta integración minera, sino que además ya se visualiza como el principal afectado por los primeros efectos medioambientales y económicos de la misma. Como es usual, estos costos los pagará el pueblo chileno en su conjunto, de la misma manera que se han amortizado pérdidas del cobre traspasándolas al área de energía y combustibles, al margen de la ola de cesantía en el área minera que este desacierto podría acarrear. Pero, como si todo lo señalado no fuera suficiente, también hay un problema geopolítico adicional que atañe en cierta medida a ambos países pero especialmente a Chile, al crear un "país virtual" en las propias fronteras, con muchas libertades para Argentina, que una vez más queda colocada peligrosamente cerca de las costas del Pacífico. Ello, porque el Tratado Minero fue planteado como con un cretino concepto de globalismo, tal cual lo usan en Chile muchos de sus devotos, en el sentido de que la integración no es un proceso natural de complementación e intercambio sano entre naciones, sino una especie de obligación morbosa por enredarse con el otro, a costa de territorio, bienestar y dignidad. En el diario "El Mercurio" del 20 de junio de 2000, se usa literalmente la temible expresión "país virtual" dentro de nuestros propios límites: "CONGRESO ESTUDIA TRATADO MINERO
El Mayor Medina Lois, en la obra antes citada, define como puntos que el proyecto del tratado debía aclarar antes de ser aprobado (y que no aclararon, finalmente) los que podríamos resumir de la siguiente manera:
Demás está advertir que ninguno de estos fundamentales requisitos fue tomado en cuenta para la aprobación definitiva del nefasto tratado.
Durante el debate final en el Congreso Nacional, a principios de agosto del año 2000, representantes de la Corporación de Defensa de la Soberanía y de Chilenos por Campo de Hielo Sur asistimos personalmente a observar y difundir la discusión del proyecto en el Senado, hasta donde concurrió insistentemente la entonces Canciller Soledad Alvear, haciéndose acompañar, como hemos dicho, de la Directora de Fronteras y Límites de Chile, doña María Teresa Infante. Esta decisión se tomó en vista de lo que nos pareció una escasa y deficiente cobertura que los medios de prensa realizaron para este proyecto. Como se sabe, importantes senadores de la Concertación atacaron ferozmente el tratado, como los demócratas cristianos Adolfo Zaldívar y Jorge Lavandero, quienes lo rechazaron de plano con una contundente exposición. Zaldívar agregó que el tratado "está lleno de errores" y que favorecía principalmente a Argentina, país que no tiene una tradición minera como la chilena, agregando que "no da cabida a los pequeños mineros" y que "no le interesa ni a Codelco". Por su parte, el Senador UDI Hernán Larraín, también lo rechazó alegando que con el tratado "estamos alimentando a la competencia" y contrastó la infinitas facilidades que otorga el tratado a Argentina en el área minera, con las tremendas dificultades que esta nación le ha impuesto a Chile en materias agropecuarias. Como no podían faltar, otros lo apoyaron acaloradamente. El Senador socialista Jaime Gazmuri, por ejemplo, defendió lo que llamó "continuación de la política de integración con Argentina" y declaró de "anacrónicas" las atinadísimas observaciones de índole geopolítica del proyecto hechas por los senadores Jorge Martínez Busch y Julio Canessa. Durante estas sesiones, además, el Senador Vitalicio, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, planteó el proyecto en términos absolutamente economicistas, citando majaderamente expresiones recurrentes como "negociaciones", "explotación", "vínculos económicos", "economía mundial", "complementación económica", "inversiones chilenas en Argentina", y amparándose en la obsesión de una integración comercial con la Argentina. En conclusión, el único sustento de este tratado era la mentada "integración" sin considerar costos ni perjuicios. No es casualidad, entonces, que se haya tratado de uno de los temas que más división han producido dentro de los bloques estables del Congreso Nacional, antes de ser aprobado el 29 de agosto 2000. Decididos a detener esta bomba de tiempo, un grupo de parlamentarios presentó un Requerimiento de Inconstitucionalidad del Tratado Minero, patrocinado por el abogado Julio Stuardo González, bajo la tesis de que el Estado de Chile no está facultado para autorizar explotaciones mineras sobre suelo argentino. Los firmantes fueron los senadores:
A pesar de todo, el tratado, finalmente, fue publicado el 7 de febrero de 2001. El entreguismo concretaba su gran favor a la Argentina, pagando deudas íntimas que desconocemos. No era un hecho muy conocido a nivel público, por entonces, que una de las empresas que presionaron la aprobación del proyecto y organizaron un influyente lobby para conseguir apoyo político al Tratado Minero, era la poderosa transnacional Barrick Gold Company, tercera en importancia mundial en la producción de oro y relacionada con el empresario texano y ex Presidente de los Estados Unidos, George Bush. Esta firma estaba operando en Chile desde 1994, cuando inició gestiones para la explotación del mineral de El Indio, al interior de la IV Región. La razón de tanto interés era que, aproximadamente desde 1997, la poderosa transnacional había descubierto la presencia de millonarias betas de doré (oro y plata) y concentrado de cobre en el territorio fronterizo 150 kilómetros al Sureste de Vallenar en Huasco (y a 300 kilómetros al Noroeste de San Juan, por el lado argentino), en la zona conocida como el Valle de San Félix, un atractivo centro agrícola de la III Región donde la mayoría de los habitantes se dedican a las actividades del campo, facilitadas por la existencia de los ríos y esteros que nacen de los glaciares cordilleranos de la zona. Según los cálculos de la empresa, las reservas mineras del yacimiento de esta zona serían:
A principios de 2001, la Corporación Nacional de Medio Ambiente (CONAMA) y el Gobierno de Ricardo Lagos Escobar dieron su aprobación a un proyecto descomunal que Barrick Gold venía presentando desde agosto del año anterior, justo cuando se aprobaba el Tratado Minero, y que ya había sido suspendido en al menos dos ocasiones: noviembre de ese año y febrero del siguiente. Atrincherada en las facultades del infame tratado, la empresa pretendía explotar ahora y por 20 años mínimo, los yacimientos de la III Región abriendo allí dos enormes boquetes (se ha dicho incluso que más grandes que el mineral Chuquicamata) y trasladando todo el material de hielo glacial de los valles naturales cordilleranos del límite fronterizo, en la zona conocida como Pascua-Lama que alimentan los ríos, un experimento que jamás se había realizado antes en el mundo y que ya ha desatado la fuerte oposición de los campesinos de la zona, de ambientalistas y de grupos nacionalistas que visualizan el peligro de semejante proyecto. El trabajo, apodado despectivamente "Oro Sucio" por sus detractores, sería realizado por las empresas filiares Compañía Minera Nevada S.A., Barrick Exploraciones Argentina S.A. y Exploraciones Mineras Argentinas S.A. Al daño que se hará a las fuentes donde se originan los cursos hídricos, se suma el costo medioambiental que han provocado históricamente las faenas de extracción de oro y plata, especialmente por el relave, la suspensión de partículas y la contaminación de los ríos en amplios radios alrededor de los trabajos, por lo que el daño podría ser catastrófico. Por sobre todo, resulta incomprensible que esté avalado por un Gobierno que, en nombre de la "ecología", se ha mostrado ciegamente defensor y hasta servil con magnates monopolizadores del territorio austral, como Douglas Tompkins y su Parque Pumalín. De hecho, durante este período pasó por la dirección de la CONAMA era la señora Adriana Hoffman Jacoby, gran amiga y simpatizante del magnate y dirigente del grupo Defensores del Bosque Nativo, que recibe donaciones de este mismo empresario. No por nada el Senador Nelson Ávila declaró en la Cámara Alta que:
Parece insólito, así, que el primer proyecto presentado en cumplimiento del Tratado Minero sea tan cuestionable y peligroso, funcionando quizás como un siniestro anticipo de lo que se debe esperar mientras esté vigente este infame acuerdo. Actualmente, el Proyecto Pascua-Lama ha generado una gran atención internacional por las particulares características que implica. No deja de indignar, sin embargo, que varios parlamentarios y autoridades que gesticulan ahora como opositores al proyecto minero, en su momento fueron decididos defensores y cómplices del Tratado Minero y, por ende, de la Barrick Gold, en esos días en que nuestra propia Corporación de Defensa de la Soberanía y más de algún patriota, fueron acusados por algunos de estos mismos personajes de utilizar el tema medioambiental con fines políticos y chovinistas. | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||